Los tiempos que corren no parecen ser los mejores para las instituciones públicas de educación superior en Veracruz. Los extraños manejos y las dudas que provocan sus responsables, han sido el pan de todos los días en los últimos meses.

En la Universidad Veracruzana, nuestra máxima casa de estudios, pareciera que sus autoridades están más preocupadas en el tema de la reelección y la participación en la política estatal, que en mejorar los aspectos académicos y el bienestar de sus alumnos en las aulas.

En el caso de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV), todo indica que la institución no ha terminado de mostrar la cauda de irregularidades que arrastra  desde su creación. La sociedad, y sobre todo los padres de los jóvenes que asisten allí por necesidad, se frotan las manos todos los días, preocupados por saber si por fin habrá noticias positivas que logren contrarrestar su cuestionado funcionamiento.

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Pero lo que sí vino a cerrar el cuadro de los despropósitos y la podredumbre, fue la noticia bomba de ayer, que pone en evidencia nacional a Eugenio Vázquez Muñoz, el Rector del Colegio de Veracruz (COLVER). Lamentablemente, el titular de esa institución fue acusado de regalar títulos profesionales, como lo denunció con molestia un académico de ese centro de estudios.

El hecho debe haber causado un hondo pesar al doctor Francisco Berlín Valenzuela, quien durante la administración del gobernador Miguel Alemán Velasco, tuvo la visión de crear una institución encaminada a formar cuadros profesionales del mayor nivel en Veracruz.

Francisco Berlín Valenzuela, con reconocida trayectoria de alcance internacional, ha sido catedrático universitario, jurista, escritor, conferenciante experto en derecho parlamentario, ex secretario de gobierno, diputado federal y coordinador de la Reforma Constitucional de Veracruz en el año 2000, además de haber sido el creador y fundador del COLVER.

Pero a pocos extraña la anómala situación que vive la institución desde el momento en que el ex gobernador Javier Duarte impone a Eugenio Vázquez para dirigirla. La brillantez de este personaje se limitaba a haber llenado a Fidel Herrera de innumerables discursos mediocres, que el entonces ejecutivo del estado prefería hacer a un lado para mejor improvisar un mensaje más convincente.

Ya como titular del Colegio, algunos recuerdan las oscuras luces de Eugenio, aquella ocasión que acompañó a la televisión a Alberto Silva, el entonces secretario duartista de la SEDESOL, para explicar los avances de la pobreza –que no contra la pobreza–, y el flamante e inexperto “Rector” se enredó con las cifras presentadas en ese tiempo por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). Esa noche, ni el propio Silva pudo enderezar el entuerto informativo ocasionado por su compañero de aventura ante las cámaras.

Pero este estado de descomposición tiene explicación. Conforme han pasado los años en el país y en Veracruz, observamos en las autoridades una mayor proclividad a la corrupción, a la irresponsabilidad, a la hipocresía y a la costumbre de burlarse de la población. Pareciera que ninguna sociedad contemporánea puede escapar a este fenómeno.

En los altos círculos de la política –y se ve que también en los de la educación superior– existe escasez de personas honorables que hagan gala de valores morales en las instituciones y en el servicio a la sociedad.

En el Veracruz caótico del presente, necesitamos entender que no todo está perdido y que debemos levantar al estado. Que es tiempo de empezar a reconstruir la vida pública en todos los órdenes. Bueno sería que el COLVER pudiera levantarse de las cenizas en que lo tiene Eugenio Vázquez Muñoz.

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