Uno de los políticos locales que no anda nada perdido para concretar su cuarta transformación es Rafael Hernández Villalpando. Rector de la Universidad Veracruzana y alcalde de Xalapa en épocas pasadas y ahora diputado federal, se ha convertido en fuerte prospecto para ocupar por segunda ocasión la presidencia municipal de la capital del estado.

Y para lograrlo, el hombre cuida meticulosamente cada uno de los pasos que da y las reuniones a las que acude. Pero lo que más cuida es la lengua. Lo primero que olvidó es que es especialista en derecho constitucional posgraduado en Italia. Sabe que en los tiempos de Andrés Manuel hay que hacer poca crítica y mucha alabanza en favor de sus causas transformadoras, a veces observadas como inconstitucionales. 

Pareciera que noche y día, el otrora constitucionalista repasa aquella lapidaria consigna política de que el pez por la boca muere. 

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Por esa razón el diputado federal olvidó a la Ley suprema, a sus votantes y a sus representados, y hace como que no es de Xalapa o que no le interesan los asuntos municipales. También suele mostrarse ausente de todas aquellas problemáticas relacionadas con el gobierno del estado.  No se ha conocido ningún pronunciamiento o expresión de su parte en torno a los graves problemas de Veracruz, ni siquiera en el terrible asunto de los feminicidios, de la criminalidad, la inseguridad pública o los cada vez más frecuentes asesinatos que sufre la población veracruzana. Hasta podría afirmarse que es un diputado proclive a la omisión.

Hernández Villalpando comenzó como subsecretario y se hizo grande con Dante Delgado, hasta que Miguel Alemán lo desnudó y evidenció a raíz de una grosera afrenta de carácter administrativo. El entonces alcalde de Xalapa mandó a su personal a tirar una camionada de basura junto a la puerta principal del palacio de gobierno una madrugada, para exigir que el jefe del ejecutivo estatal le resolviera su pésimo e irresponsable manejo de los desechos municipales. 

Alemán Velasco había puesto en marcha un programa estatal de rellenos sanitarios que en esos meses estaba sufriendo retrasos. Medio año después de ese grotesco incidente que llegó a niveles nacionales, Hernández Villalpando fue desaforado y acusado por supuestos o reales delitos de bigamia y peculado. A partir de ese proceso legal -del que se declaró inocente y limpio- había quedado fuera de la política, pero eso fue hasta que 15 años más tarde, el partido MORENA lo rescató de su obligado ostracismo y lo hizo candidato a legislador federal por el décimo distrito.

Antes de ser munícipe por el partido Convergencia y por el PRD, había sido poderoso subsecretario de gobierno y rector de la Universidad Veracruzana gracias a su amistad con Dante. Aún se recuerdan sus alegres pasos por la noche xalapeña y los aires doctorales y exquisitos que gustaba manifestar en el palacio de Enríquez y en la loma de la Rectoría.

Pero esas actitudes de antaño y propias del criticado mundo fifí, fueron guardadas y escondidas bajo siete llaves. Este año en el Congreso de la Unión, el diputado Hernández Villalpando lleva una gestión grisácea y con bajo perfil, tanto que semeja a un fantasma.

Es muy posible que la gente que lo impulsa y lo asesora le haya indicado que en la época presente y para no molestar al alto mando morenista, el camino a la alcaldía xalapeña debe hacerse con sigilo y despacito, como bien recomendó el cantante Luis Fonsi.

¡Pasito a pasito/suave, suavecito/ nos vamos pegando, poquito a poquito/…despacito!

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