José Antonio Flores Vargas

A nadie extraña en Veracruz, la serie de acusaciones mediáticas por corrupción, que Miguel Ángel Yunes Linares viene haciendo desde hace muchos meses en contra del gobernador Javier Duarte y varios de sus colaboradores más cercanos. Estos señalamientos se incrementaron a raíz de su triunfo en la elección del 5 de junio anterior. Como gobernador electo, ha continuado con esa estrategia que le sirvió para convencer al electorado veracruzano.

Pero esta actitud del ahora gobernador electo, no proviene solamente de alguna animadversión personal que pudiera existir entre ellos. Se sabe que no es así, más bien, deriva del sinnúmero de cuestionamientos que la sociedad veracruzana le ha hecho al gobernante actual desde hace algunos años, cansada de la corrupción, la impunidad, el descaro y la prepotencia con que se han conducido Duarte y buena parte del gabinete que lo acompaña.

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Además de lo anterior, el gobierno de Javier Duarte se ha caracterizado por su falta de resultados y también por haber endeudado al estado de manera inimaginable, y porque ha dejado en grave peligro de inestabilidad financiera a instituciones como el Instituto de Pensiones del Estado y la Universidad Veracruzana.

Como resultado de ese mal manejo del gobierno, a principios de este año la Auditoría Superior de la Federación presentó una serie de denuncias contra el gobierno de Duarte ante la Procuraduría General de la República. A partir del 6 de junio, con el triunfo en la mano después de la elección, Yunes Linares empezó una campaña declarando en varias conferencias de prensa que no pararía hasta meter en la cárcel a Duarte de Ochoa.

Esas dos circunstancias provocaron que el Titular del Ejecutivo estatal empezara a maniobrar en el Congreso del Estado para conseguir que los diputados locales le aprueben una serie de medidas legales y administrativas, tendientes a no perder impunidad y a complicar la gestión entrante. Entre ellas, la designación, que se hará del Fiscal Anticorrupción.

Ante esta decisión jurídica pero no política, y a efecto de desalentar el avance en la designación, Miguel Ángel Yunes Linares convocó ayer mismo en el Congreso Estatal a una conferencia de prensa, a la que se hizo acompañar de Ricardo Anaya, presidente nacional del PAN y Santiago Creel Miranda, además de otros connotados panistas locales.

Al concluir la conferencia de prensa y pretender retirarse a su vehículo junto con sus acompañantes, todos ellos fueron agredidos por cientos de militantes del Movimiento de los 400 Pueblos, comandados por su sempiterno líder Cesar del Ángel. En la vía pública, el gobernador electo y sus correligionarios recibieron pedradas, empujones, golpes en la cara y escupitajos, además de insultos de toda índole.

Desde ayer por la tarde, las redes sociales y los noticieros nacionales le están mostrando al mundo la impunidad con que se desenvuelven ciertos grupos políticos, así como la falta de altura para gobernar que muestra Javier Duarte de Ochoa. Pero este es sólo un reflejo de la conducción pedestre con que se lleva a la ruina a Veracruz, un estado que alguna vez tuvo una gran significación en el país.

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