Posiblemente sus adeptos no lo aceptarán jamás, pero la realidad es que la reiterada soberbia de Andrés Manuel López Obrador, acaba de provocarle dos inoportunos resbalones de invierno, de los que, si no se endereza, pueden acercarlo a los infiernos de la incredulidad social que lo llevaron al suplicio en las dos elecciones presidenciales anteriores. Y sobre lo que esas caídas pueden significar, debemos recordar el tradicional dicho mexicano para alertar sobre los meses fríos y sus riesgos a la salud: “Enero y febrero, desviejadero”.

Todo empezó cuando Jesús Silva Herzog-Márquez publicó una columna en Reforma que no agradó al insistente aspirante a la presidencia. Como impulsado por un resorte y haciendo gala de su tradicional naturaleza, utilizó diversos calificativos para desacreditar al prestigiado intelectual.

Envalentonado unos días después, despachó similar faena verbal en contra del secretario de la defensa nacional, el general Salvador Cienfuegos Zepeda, que también le ocasionaron al Peje serias recriminaciones de importantes actores. De ambos eventos hubo alta repercusión periodística, aunque quizá la de los claridosos intelectuales fue la más preocupante para el equipo del tabasqueño.

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Y esas desafortunadas expresiones, coincidieron con el término de la etapa de precampañas. Por esa razón López Obrador tuvo que hacer un inteligente control de daños.

Lo primero fue la entrevista que su esposa Beatriz Gutiérrez Muller concedió al periódico Milenio, en la que ella se manifestó como una destacada integrante del gremio intelectual del país, dejando claro que las actividades literarias y culturales forman parte de la cotidianidad familiar del candidato morenista.

Después, en otros esfuerzos por conseguir el perdón de los sectores lastimados—el intelectual y el de la milicia— así como de aquellos mexicanos que continúan escépticos sobre su lucha, y tal vez siguiendo la doctrina católica, el aspirante presidencial apeló a la Morena del Tepeyac y presuroso llegó al confesionario. Haciendo gala de humildad y tolerancia ante periodistas quizá “bien maiceados”, como él suele acusar, esta semana se ha dejado entrevistar en dos ocasiones.

En una esclarecedora charla con reporteros de ese medio, este lunes Andrés Manuel confesó lo siguiente:

“Tengo adversarios, no odio, estoy inclusive contra los que sostienen que ni perdón ni olvido. Yo digo: olvido, no; perdón sí. Porque no tiene caso apostar a la confrontación, porque el país lo que requiere es la unidad de todos para lograr el renacimiento de México, entonces estoy convocando a eso, a la unidad, a todas las clases sociales, a los sectores, a militantes de los partidos, de todas las corrientes del pensamiento, de todas las religiones, a libres pensadores, estoy convocando a todos.”

“Cuestioné, pero de manera respetuosa, a Silva Herzog, Enrique Krauze y otros, porque simulan y critican. Cuando hago la réplica se sienten agraviados, me acusan de intolerante, de autoritario, de mesiánico, etcétera. Pero no es para tanto. En un sistema político republicano que aspira a ser democrático, tiene que haber dialogo, debate y pluralidad. No odio a nadie, no tengo fobias y estoy de verdad –no es actuación—tranquilo, contento y feliz.”

“Para empezar, (cuando la autoridad electoral validó el triunfo de Felipe Calderón en 2006) no dije “al diablo a las instituciones”. Dije “al diablo con sus instituciones”, y eso lo sostengo. La mafia del poder, los que realmente mandan en este país, tienen secuestrado al gobierno, tienen tomadas las instituciones. Este grupo es el que realmente manda en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.”

En la entrevista de ayer en El Universal, el aspirante a la presidencia aseguró entre otras cuestiones:

“Mis hijos no estarán en el gobierno. No vamos a establecer ninguna relación de complicidad con nadie, ni con familiares. Cualquier hermano, hijo, cualquier familiar, aunque sea muy cercano, que se dedique a actos de corrupción, va a ser castigado.”

Y sobre la amnistía que anunció en meses pasados, dijo: “Si hace falta para conseguir la paz, lo vamos a hacer. Todo lo que ayude a acabar con la violencia se va a explorar, no descarto nada. Lo más importante en es que haya tranquilidad y paz.”

“Lo dije ya, sólo tengo dos caminos: a Palacio Nacional o a Palenque, Chiapas. A Palacio Nacional o a La Chingada, y la gente lo va a decidir. No me voy a reelegir, no creo en eso, tengo principios, tengo ideales, sería ir en contra de mis principios. No va a ver en mi gobierno nepotismo, ni influyentismo, ni amiguismo, ninguna de esas lacras de la política.”

“No voy a ir a vivir allá (a Los Pinos). Voy a rentar una casa cerca de Palacio Nacional. Voy a vivir hasta junio de 2019 en donde vivo, porque tiene que terminar Jesús la primaria, el sexto año. Después me voy a cambiar a una casa más cerca de Palacio.”

Andrés Manuel ha confesado lo que no quedaba claro. Falta que los mexicanos perciban el aura que lo rodea y que el primero de julio próximo le den el voto de confianza.

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