En lugar de representar a uno de los tres poderes del Estado, pareciera que el Congreso veracruzano está destinado a no tener ninguna soberanía, a mostrar el cobre y supeditarse a los caprichos del gobernador en turno y a ser el escaparate de las cosas más nefastas y ridículas que ocurren en esta entidad federativa.

Veamos los últimos acontecimientos en torno a la Legislatura local: dos años previos donde capitanearon dos personajes minúsculos en la política veracruzana, la empresaria Elisa Manterola y Sergio Hernández -el diputado bailador-, conocidos solamente en el edificio de la avenida Encanto y en sus pequeñas zonas de influencia. Famosos por las circunstanciales razones que los llevaron a esa representación popular.

Y antes de ellos, también en la legislatura, otros populares individuos del priismo, del panismo y del perredismo, pero no por haber tenido una participación honorable en favor de la sociedad, sino por haber mostrado una buena capacidad de mantenimiento propio y del sistema político imperante.

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Las ocasiones en que Elisa y Sergio pudieron brillar, fueron desaprovechadas por ellos mismos. Su actuar fue mediocre y siempre cuestionado por los diferentes sectores y grupos de poder. De Sergio Hernández, lo que más se conoció fueron sus deformaciones y debilidades, relacionadas con el apego al negocio sencillo, a los dividendos y a la vida loca. De Elisa, evocamos su argumentación fácil, varias veces sin sustento alguno.

Los dos y toda la comisión de vigilancia anterior, exhibidos en un sucio procedimiento de “limpieza” de cuentas públicas a no pocas instituciones y ayuntamientos.

Ahora, con la nueva legislatura, existen indicios de que se pretende continuar operando con la misma inercia, que en nada ayuda a un próximo gobernador que pretende ser serio e inteligente.

Desde que entró esta legislatura hace pocos días, las posiciones más importantes se pelean con uñas y dientes como si no hubiese en el escenario ningún cambio en lo político o ningún tipo de transformación. El cargo más relevante es la Junta de Coordinación Política (JUCOPO). La otra posición en la presidencia de la Mesa Directiva ya la recibió como premio revolucionario el diputado de Tuxpan, José Manuel Pozos.

Todo hace pensar que la posición principal de la JUCOPO es más vista como un jugoso puesto para medrar y hacer negocios personales, estatales y municipales, más que para representar con dignidad al pueblo elector y a su institución legisladora.

Uno de los pocos diputados con nivel y que debiera considerarse para esa posición es Amado Cruz Malpica, un hombre de izquierda con un prestigio ganado en las luchas progresistas, en el ámbito académico universitario y en la defensa legal de los trabajadores. Un abogado laboral perteneciente a MORENA, a quien en la legislatura anterior le arrebataron de mala manera la Junta en cuestión.

Ojalá que los señores diputados locales quisieran trascender de una forma más decorosa y no se presten a oscuras manipulaciones (de todos los colores) que en nada engrandecerán sus trayectorias o las del Congreso.

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