José Antonio Flores Vargas

En un gobierno donde hubo escasas obras y programas de beneficio a la sociedad, cualquiera pensaría que su instancia responsable del control y el seguimiento, no tuvo ningún problema a la hora de entregar resultados. Sin embargo, los hechos que surgen día a día en la administración que encabeza Javier Duarte, revelan lo contrario.

Los constantes señalamientos realizados al gobierno de Veracruz, desde diversas direcciones, reflejan un manejo irregular de los recursos públicos en casi todas las áreas. Y parece que en el tiempo que falta para concluir, tendremos noticias adicionales.

De nada le sirvieron a los veracruzanos los timbres y medallas que acostumbra colgarse Ricardo García Guzmán, el Contralor General del Estado, que cuando más se le ha necesitado, ha hecho la graciosa huida al universo azul.

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Con un doctorado ad corpus y con algunos colaboradores que no soportan la menor prueba, ordenó campañas de papel pegajoso. Rodeado de asesores sin título profesional, comisionados para la intriga y para vender espejitos a los inexpertos e incautos que han caído en sus fraudulentas frases, sabe que terminarán el sexenio sin “comprar pleitos” con nadie. No están acostumbrados a aplicar la ley correctamente; hacerlo, es meterse en líos.

Cuando faltan unas semanas para que el doctor y su gente se retiren con el lapidario desdén de los veracruzanos, han terminado de demostrar que la honradez es lo que menos tienen. Que lo que menos son, es ser honestos, aunque como dice una canción cubana, varios de ellos sí son de la loma, de la loma del IAP (Instituto de Administración Pública), en Nuevo Xalapa, donde dicen que dan títulos de doctorado y maestría, pagando las cuotas, aún sin asistir a clases.

Y varios de ese equipo, ricardistas de toda la vida, están en tres lugares estratégicos: en la propia Contraloría, en SEFIPLAN y en el ORFIS. Todos, completando círculos de ineptitud y ciclos de limpieza al estilo del Maestro de las lavadoras.

Por eso las cosas están como están en nuestro estado. Con el doctoral silencio del líder, un día salen unas cifras y al siguiente otras. Da lo mismo si son los 9 mil millones de Lorenzo Antonio o los 14 mil de Francisco Garrido, el aguerrido mercader y diputado, montos distintos, informados con un día de diferencia.

Pero para ellos no hay problema. Las variables pueden cambiar, al fin que las constantes son los mismos que aguantan todo: Veracruz y los veracruzanos.

Da igual que digan una cifra hoy y otra mañana, porque nadie les cree nada. La gente sabe la infame calidad de esos personajes que han hecho todo un negocio del control y de la fiscalización.

Por ello, es comprensible ver a Flor Alicia Zamora Pozos, como auditora Especial de Evaluación y Atención Ciudadana y a María Evelia López Maldonado, auditora de Legalidad y Planeación, ambas, amigas de siempre, ex colaboradoras de García Guzmán, protegidas ahora por Lorenzo Portilla, en el Órgano de Fiscalización de Veracruz. Mafia consolidada desde hace más de dos décadas.

Esperaremos a que vengan auténticos profesionales de la administración, del control y de la vigilancia, que elaboren las Cuentas Públicas reales de cada uno de los seis años de Javier Duarte y nos informen las cifras verdaderas de la deuda, de lo no solventado en las “cuentas públicas” de Lorenzo, y también de los importes robados al erario. Y con seguridad, habremos de saber cuánto nos costó la marcha definitiva del equipo de simuladores del duartismo.

Las instancias judiciales serán las que nos informen las sanciones que habrán de merecer, mientras la sociedad irá conociendo poco a poco todos sus cuentos públicos y sus patéticas anécdotas.

Aquí lo iremos adelantando.

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