José Antonio Flores Vargas

Por lo regular, la gente que no conoce lo que sucede en algunas oficinas públicas, suele preguntarse cómo es posible que alguien pueda amasar grandes fortunas, sin tener una actividad empresarial de envergadura, y solamente a partir de la medianía de un sueldo en el gobierno. Pero la pregunta fundamental que muchos se hacen en el estado es una sola: ¿cómo se hundió Veracruz?

Con relación a esta cuestión, y sobre la idea de un desfalco de 3,650 millones y la suerte de un diputado recién electo, se presenta esta historia que ayuda a entender cómo se gesta una debacle y un hundimiento de esta magnitud. He aquí una conversación de café, que puede recordar la triste realidad:

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Cuando terminé la carrera, pensé que iba a pasar muchos meses buscando trabajo. Ya sabía que al sumar las calificaciones, si acaso, alcanzaría el siete de promedio. Para acabarla de amolar, tengo pésima ortografía. Y me cuesta trabajo saber cuál sílaba lleva el acento.

Para mi mayor desgracia, soy chaparrito y un poco calvo. Pero por fortuna, no canto mal las rancheras y las canciones de dolor. Soy bueno para los chistes y albures y para hacer imitaciones.

Aquella Navidad, creo que un jueves en la tarde, mi compadre “el flaco” me invitó a una posada con sus amigos. Esa noche le tuve que echar toda la carne a la lumbre. Por suerte no había ni una muchacha. Su jefe, casi se infarta de la risa cundo mi compadre se puso a gatas para imitar al perro, o cuando se arrastró para moverse como culebra. Pero fui yo quien se llevó la fiesta. Tenía varias semanas practicando los chistes más léperos de “El Costeño”. Eso tú sabes que no falla.

Por suerte, los que estuvieron en esa encerrona, no pueden decir ni pío. Lo que pasó ahí entre las nenas y los nenes, garantiza que ninguno de ellos hable de más.

Pero esos son recuerdos de cuando éramos pobres. El compadre, ahora es hasta diputado, y yo, un flamante subdirector. “El flaco” me dijo que me conformara con eso, porque sólo tenía estudios de técnico laboratorista.

Conmigo es un malagradecido, porque “la china”, que sólo estudió para cultora de belleza, ya es directora de no sé qué cargo. Anda presumiendo que ella no ha gastado en nada desde que llegó a Xalapa hace 11 años. Dice que el súper y todos los gastos de su casa, los mete en el fondo revolvente que le dan. Y que le pagaron hasta las cirugías de cara y bubis que le hicieron en Los Ángeles. Y la descarada, todavía platica que su hermano es aviador en la contraloría.

Pero yo no voy a ser menos que ellos. “El flaco” cree que nadie se daba cuenta, cuando el cajero subía todos los días a dejarle un millón en efectivo. Claro que lo veía, si yo estaba ahí, y de todo me enteraba. De mí no se puede zafar, porque además, era yo quien le conseguía los cerros de facturas para comprobar. Nada más por eso, está obligado a darme mi base, ¡y de las mejores!, y le voy a pedir dos más para mis hijos. Tengo que aprovechar la etapa de basificaciones. Yo siempre me la he rifado por él.

Si no me las da, te juro que lo empino con un periodista que conozco, para que vea lo bien que aprendí su escuela. ¡Mejor que no me haga enojar el cabezón éste! Aunque sabes, también he llegado a pensar que no tiene caso vengarme.

Total, desde el primer año junté mi primer millón, y gracias a Dios, pude pagarles buena escuela a los muchachos y el viaje anual a Europa durante el mes de julio. ¿Cómo ves tú, si nomás me retiro sin hacer ruido y sigo vigilando mis inversiones? El hotel y la gasolinera están funcionando a tope.

Ayúdame a decidir si me conviene quedarme callado. Porque pensándolo bien, puedo encontrar a otro como “el flaco”. En el gobierno siempre se necesitan gentes como él y como yo. Y no cualquiera sabe moverse en este medio.”

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