La noticia del asesinato del universitario Norberto Ronquillo Hernández en la Ciudad de México, dada a conocer desde la noche del domingo, volvió a colocar en el paredón a los funcionarios de seguridad pública y a las autoridades de los tres órdenes de gobierno del país. 

El nombre del joven pasante se había colocado hasta arriba en los medios de comunicación debido a que se encontraba secuestrado desde unos días antes de su graduación en una universidad de la capital de la república. La televisión nacional y varios periódicos dieron a conocer que la comunidad y autoridades de esa institución educativa—la Universidad del Pedregal—habían decidido suspender por ese motivo la tradicional fiesta de salida de cursos. 

Se supo también de la exigencia de resultados de investigación, que presentaron un grupo de bomberos con los que el universitario participó como activista en pro de los damnificados del último gran temblor de septiembre de 2017. La sociedad mexicana se enteró este lunes temprano de la tragedia descubierta anteayer en un paraje de Xochimilco. 

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En el transcurso de ayer vinieron las condolencias y el compromiso acostumbrado de que se investigará hasta esclarecer los hechos y castigar a los culpables. Desde luego también llegó la dura comunicación de la familia afectada. La progenitora del muchacho, que ya había sido entrevistada en fecha previa, no dudó en demandar lo que cualquier afligida madre haría en esas circunstancias. Exigió castigo y grito la frase que muchos deben haber pensado, recordando que alguien igual de dolido e indignado la profirió no hace muchos años: “¡Si no pueden, renuncien!”.

Todos saben que este crimen no fue culpa del presidente de la república. Pero todos saben que desde hace varios años la delincuencia organizada transita por la nación, cometiendo toda clase de atropellos, vejaciones y actos delincuenciales, sin que gobierno alguno pueda contenerlos o afrontarlos con éxito. México está otra vez indignado.

El presidente López Obrador mostró sensibilidad y respeto a los deudos. Espera mucho de la Guardia Nacional que instrumentó y ya opera en algunas ciudades. Pero la gente no tiene tanta paciencia debido a que sufre los crímenes y sabe que no acaban. México siente que no está seguro, esa es la gran verdad, y la delincuencia parece haber copado a todas las instituciones. 

Mientras tanto, los veracruzanos despertaron con el descubrimiento de las impulsivas y desesperadas palabras de su gobernador a través de Facebook. En su muro hace alarde de su calidad de académico de la Universidad Veracruzana—que no se nota en sus acciones y resultados—y se atreve a retar a todos aquellos críticos de su gestión con expresiones despectivas: “Lástima margaritos, llegó la cuarta transformación para quedarse”.

Seguramente en la siguiente visita del presidente, este vendrá a tratar de sostener con sus dichos aprobatorios al académico mandatario, confirmándole a los quisquillosos jarochos que, efectivamente, al final solo son los lastimosos Margaritos que deben aceptar los interminables errores de primaria de Cuitláhuac, un ineficiente, pero “siete veces honesto” gobernador 4T.

Por lo pronto, y no lejos del veleidoso y belicoso aprendiz de gobernante, resuenan como trompetas lapidarias las sentidas palabras de la señora Norelia Hernández de Ronquillo, la doliente madre del universitario ejecutado, aún con el pago del rescate que hizo la familia: “¡Si no pueden, renuncien!”. Y remachó: “Quiero confiar en que mi Presidente es un Presidente de palabra”.

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