Cada que se hace una pregunta se lleva el riesgo de conocer la verdad. En la respuesta cada uno sabe si creer o no. En el caso de las encuestas, las empresas demoscópicas tienen que creer lo que dicen los encuestados, sin considerar que esa opinión la hacemos cuando apenas creemos en nosotros mismos, por mucho que tengamos una realidad frente a nosotros. Pero este tipo de empresas conocen y saben interpretar las cosas que se dicen o responden, para después pasarlas por el cedazo de la técnica.
¿Las encuestas aciertan? De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de Southampton y por la Universidad de Austin, las encuestas bien realizadas tienen un grado aceptable de acierto, y su capacidad para adelantarse al resultado final no ha cambiado en los últimos años. El estudio ha observado 30 mil encuestas en 351 elecciones generales en 45 países, durante un período de 72 años (de 1945 a 2017). El error medio está en torno al 2 por ciento desde el año 2000, y aunque ha ido cambiando con el tiempo no se observa una tendencia a crecer o decrecer.
Como ya estamos un tanto próximos a un periodo de elecciones, son tiempos de difundir en qué posición se encuentran los partidos políticos o alguna persona a participar en las votaciones del 2024. Pero, ¿las encuestas reflejan un estado de opinión de los mexicanos o de los veracruzanos? Se considera que hay una interacción entre la observación y la situación real, que hace difícil valorar si es así. O, dicho de otra manera, cada persona cree lo que le conviene.
Desde hace unos días se ha venido difundiendo que, para el caso de la sucesión en Veracruz, ya hay una persona que es “inalcanzable”, según la compañía encuestadora, y según el equipo que le paga o le ofrece alguna contraprestación por ese servicio. Los raudos difusores insisten o repiten que, ante tan “contundente resultado”, prácticamente, los veracruzanos en posibilidad de sufragar no tienen necesidad de acudir a las urnas en la elección del 2024. Todo está felizmente definido desde ahora.
Suponiendo que esa información es real, los encuestados respondieron a estrategias distintas a su intención de voto, es decir, no se puede contrastar un voto real cuando no hay perspectiva de votar. Ahí tenemos el peligro del “hubiera”.
La prisa por posicionar a “la inalcanzable” puede ser el reflejo de que Veracruz atraviesa un paisaje con neblina, que ha caído en la tentación del pensamiento de grupo (¿o de banda?), más no el de una sociedad que está cansada de ver a un Gobierno irresponsable, ineficiente y corrupto. La realidad mostrará, en su momento, una traición o un despertar que es el que sí se reflejará en la contienda electoral del 2024.
La encuesta de los ciudadanos de a pie, la que no tiene una metodología propiamente aceptada, la del café, la del entorno familiar y de amigos, indica que Veracruz pasa por uno de los peores momentos de su historia política, social, económica y cultural, de la que se tenga memoria. Incluso, el Arzobispo de Xalapa Jorge Carlos Patrón Wong lo expresó en entrevista para Palabras Claras: “Los veracruzanos no están contentos; la realidad no se cambia con ideas o con palabras”.
No es necesario mostrar más encuestas. Y tampoco es necesario hacer muchos análisis sobre el resto del voto. Los escrutinios a priori muestran dos fracasos afines: el del Gobierno y el de la 4T.
La transformación en México ha renunciado a la verdad. El gobierno de López Obrador y Cuitláhuac García nos ha ahogado con relatos sin justificación, la realidad tiene más destino de la que creen los gobiernos y líderes morenistas.
Y respecto al son olmeca que quieren imponer, ese burdo sonsonete más bien recuerda títulos de melodiosos temas de bandas artísticas, tan de moda en el país de las bandas. Por un lado, escuchamos a la banda sureña de “la Inalcanzable” y, alternando en el escenario guinda, la banda chilera y halconera que insiste en interpretar la versión corriente de “la Incondicional”.