José Antonio Flores Vargas

Lo que está sucediendo en Veracruz este año, hace recordar analogías y circunstancias similares que han vivido dos políticos veracruzanos que tuvieron el privilegio de alcanzar la gubernatura del estado.

Nos referimos a Javier Duarte de Ochoa, quien el 30 de noviembre de este año concluye su periodo, y también a Dante Delgado Rannauro, quien por denuncias a su gestión como gobernador, fue detenido hace casi 20 años, en diciembre de 1996.

Ambos personajes alcanzaron el máximo cargo público en Veracruz, a la edad de 37 años. Los dos llegaron gracias a circunstancias sumamente favorables. El gobernador Fidel Herrera Beltrán pudo colocar a su delfín Javier Duarte, en una época en que gobernaba el país un presidente panista, que no podía nombrar al candidato estatal del PRI.

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Por su parte, Fernando Gutiérrez Barrios, logra dejar como gobernador sustituto a su colaborador predilecto Dante Delgado, gracias a que es invitado a ser Secretario de Gobernación por el presidente Carlos Salinas de Gortari. Don Fernando era uno de los políticos más poderosos en ese tiempo. Lo demostró, dejando a su sucesor.

En el caso de Dante Delgado, cuando deja el gobierno veracruzano, recibe el apoyo del presidente Ernesto Zedillo, quien lo nombra sucesivamente, Embajador en Italia, Procurador Agrario y Coordinador de la Comisión para el Desarrollo Sustentable de Chiapas, durante la época del conflicto zapatista. En 1995 renuncia al PRI y anuncia la creación de su partido Convergencia por la Democracia.

Sin embargo, en diciembre de 1996, Dante y dos ex colaboradores, son detenidos sorpresivamente en la Ciudad de México, por los delitos de peculado por 450 millones de pesos, abuso de autoridad e incumplimiento de un deber legal.

Un año y tres meses después salen del reclusorio de Pacho Viejo. En abril de 1998 Dante Delgado, junto con sus compañeros de prisión Gerardo Poo Ulibarri y Porfirio Serrano Amador, ex secretarios de Finanzas y de Desarrollo Urbano obtuvieron la protección de la justicia federal porque los delitos habían prescrito.

Con respecto al gobernador Javier Duarte, su gobierno ha sido señalado ante la Procuraduría General de la República por la Auditoría Superior de la Federación y por el SAT, por denuncias ampliamente difundidas con relación a la falta de comprobación de poco más de 35 mil millones de pesos, así como por pagos realizados a empresas fantasmas.

Un punto coincidente entre los gobiernos de Dante y Duarte, es que en ambos casos, en un momento dado, aparece la figura de Miguel Ángel Yunes Linares.

Dante Delgado fue recluido en prisión, utilizando un expediente que logró armar en su contra Miguel Ángel Yunes Linares, cuando era Secretario de Gobierno con Patricio Chirinos Calero, el ejecutivo estatal veracruzano.

En el caso de Javier Duarte, Yunes Linares desde su campaña y ya como gobernador electo, no ha dejado de insistir en llevarlo a la cárcel.

Pero existe una similitud más. Dante Delgado no fue a presidio por el expediente armado por Yunes, sino más bien, por el rencor que le tenía el entonces presidente Ernesto Zedillo, debido a diferencias y desconfianzas generadas por el propio Dante durante su desempeño como Comisionado en Chiapas, y también por su renuncia al PRI y el anuncio de la creación de su partido político.

Con respecto a Javier Duarte, su caso es bastante complicado. Las acusaciones en contra de su gobierno, son por montos multimillonarios y delitos de cuello blanco contra el SAT, cometidos presuntamente por un numeroso grupo de funcionarios y ex funcionarios de su régimen.

Pero existe un aspecto que quizá resulte determinante en su contra. El presidente Enrique Peña Nieto va a necesitar un hecho que detone la confianza de la gente e impulse su imagen a la alza, para poder pensar en el triunfo del candidato del PRI a la presidencia de la república en 2018.

Y el encierro de un gobernador de su partido podría salvar al priismo. Entonces se cumpliría así, lo que dice “Volver”, el famoso tango de Gardel: “Que veinte años no es nada…”.

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