11.04.2016

La historia siempre está ahí; trae el pasado, recuerda el presente, e incluso, ayuda a dibujar el futuro. A veces refleja hechos comunes, semejanzas y modos de actuar compartidos o aprendidos. Indefectiblemente, enseña los caminos y muestra las huellas dejadas en ellos.

Dentro de tres años, se recordará la entrada del mundo europeo a tierras mexicanas. Cinco centurias de historia e historias. Se cumplirán 500 años de la llegada de los españoles a México.

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Frente a las costas veracruzanas, Hernán Cortés quemó sus naves para iniciar la conquista de México. Cerca de ahí, los indígenas de Zempoala y su “Cacique gordo”, dieron la bienvenida a los españoles y les ayudaron a avanzar sobre territorio azteca y a conquistar Tenochtitlan unos meses después. El subyugo español terminó en 1810 con la lucha de independencia que inició Hidalgo.

España y México se hermanan dos siglos después. Durante los años de 1939 hasta 1942, llegaron por barco a Veracruz 24 mil inmigrantes republicanos que perdieron la guerra civil española frente a Francisco Franco. El Presidente Lázaro Cárdenas ofreció todas las facilidades a los refugiados, entre los que venían campesinos, artesanos, intelectuales y artistas, para que se integraran en la vida nacional.

Sobre el dictador español, el periódico digital que.es de España, publicó un artículo titulado: “Franco utilizaba la corrupción para controlar a sus colaboradores”: Paul Preston. Este prestigiado historiador hispanista, de origen inglés, le quita todas las máscaras en su libro Franco, caudillo de España.

Preston dice que: “Franco utilizaba la corrupción para controlar a sus allegados y colaboradores; era una especie de mezcla entre premio y chantaje, porque los dejaba hacer cosas y luego les amenazaba con acusarlos”. En esa época “la idea del servicio público no era para el beneficio público, sino para el privado”. Señala también que: “Franco era una nulidad que vivía detrás de una serie de máscaras y en cada momento cogía la más apropiada”.

Otros historiadores y periodistas han desvelado una serie de datos espantosos que explican mucho de lo que sufrió el pueblo español del siglo pasado. Coinciden en señalar que el régimen se caracterizó por su corrupción sistémica, que estaba en el ADN de la dictadura y que servía como pauta de control.

En el libro Los Franco S.A., Mariano Sánchez Soler cifró en medio centenar, las empresas y sociedades anónimas relacionadas, apadrinadas o presididas por los miembros de la familia Franco. Según sus cálculos, con capital social cercano a 100 mil millones de pesetas a la muerte del dictador, que al cambio actual son equivalentes a 6,815 millones de euros. Explica el autor que buena parte de ese dinero fue conseguido gracias a la corrupción, es decir, con esa mezcla de tráfico de influencias, amiguismo y mordidas que acaba en malversación de caudales públicos.

El historiador y periodista catalán Ramón Garriga lo dijo así: “Franco cultivaba la corrupción como norma política, partiendo del principio de que quienes colaboraban con el régimen serían fieles mientras los asuntos del bolsillo marcharan viento en popa”.

Estas referencias ingratas parecen aludir a Veracruz. Las voces nacionales no dejan engañarnos. Corrupción, impunidad, enriquecimiento inexplicable, deuda estratosférica, pobreza, desfachatez y repudio social son las palabras que definen actualmente a la entidad.

En el Veracruz del siglo XXI, el accionar perverso de Franco refleja afinidades con la historia del poder. Pareciera que fue ejemplo y guía. Las historias de corrupción también se hermanan. (AF)

 

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