José Antonio Flores Vargas

Para los astrólogos, chamanes, periodistas, políticos y conversadores de café, las señales revisten una importancia fundamental. Saben tener oído y ojo avizor en un sinnúmero de situaciones en que los demás mortales no perciben absolutamente nada.

Con este razonamiento, es muy probable que el día de ayer, en la Ciudad de México y en varios lugares del estado, algunas personas se hayan acordado de Agustín Lara y su entrañable cariño por Veracruz. Que hayan recordado su famosa Casita Blanca frente a la playa Costa Verde en Boca del Río, junto con una de sus más celebradas composiciones, cuyos versos iniciales dicen: “Si tienes un hondo penar, piensa en mí/ si tienes ganas de llorar, piensa en mí”.

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Y esta evocación jarocha, pudo haber ocurrido durante el acto de promulgación de las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción, realizado el día de ayer en Palacio Nacional, evento del más alto nivel, difundido en cadena nacional, que sirvió para mostrar a Enrique Peña Nieto, como un presidente inspirado y sensible a uno de los más graves problemas que aquejan a nuestro país.

La presencia de los principales actores políticos y económicos de la nación, en la más alta sede del poder en México, demostró la importancia que para todos tiene la lucha contra la corrupción que dirige el primer mandatario del país, conforme al ofrecimiento que hizo desde el inicio de su gestión.

Gobernadores, empresarios, legisladores, funcionarios, alcaldes y dirigentes de los más variados sectores, testificaron el inicio formal de una de las acciones prioritarias que le urgen a nuestro país.

En su discurso habló de la participación que ya tiene la OCDE en temas de transparencia y combate a la corrupción en México. Desde hace varios años, el país pertenece a esa organización internacional que integran las naciones más desarrolladas del mundo.

El Presidente Peña Nieto, dijo con gesto serio: “…he solicitado a la Secretaría de la Función Pública, que investigue y resuelva si hubo o no, conflicto de interés en las obras públicas o en los contratos otorgados por dependencias federales a las empresas que celebraron compraventa de inmuebles con mi esposa, con el titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y con un servidor.”

Antes de firmar, pidió perdón por toda la polémica que desató el asunto de la Casa Blanca al asegurar: “reconozco que cometí un error, no obstante que actué conforme a la Ley. Este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos, la entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad les pido perdón. Les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación que les causé. Cada día, a partir de ello, estoy más convencido y decidido a combatir la corrupción”.

Es posible que el bochornoso momento en que el Presidente de México tuvo que entonar su mea culpa, sea el indicio de acciones más fuertes que ejercerá contra los principales personajes señalados de corrupción en nuestro país. Y que por asociación, su alusión al asunto Casa Blanca, lo conduzca al estado de Veracruz, donde también existe aquella Casita Blanca del músico poeta y muchos oscuros inmuebles adquiridos de mala forma en varios países, en la plenitud del poder.

Enrique Peña Nieto tiene la palabra y la fuerza necesaria.

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