José Antonio Flores Vargas

Los avatares de la semana pasada trajeron un cambio cromático en el escenario político. Poco a poco los colores rojo y verde se diluían, mientras el azul ganaba espacio en el horizonte veracruzano.

A este resultado contribuyeron varios actores y una sola circunstancia. Los actores, el propio candidato del PRI a la gubernatura, el gobernante y su equipo, y también, el presidente de ese instituto político. La circunstancia, el que su vestimenta abusara del tono gris, parecido al del cielo antes de la tormenta.

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La sociedad se ha ocupado del candidato priista y del gobernador en funciones. Los dos, juntos, o separados, llevan en lo más hondo del corazón el veredicto social que recibieron el día de la elección.

Sin embargo, poco se ha dicho del aún presidente del PRI, Amadeo Flores Espinosa. Su atuendo gris lo protege y camufla. Su última actuación, la pérdida del estado, la realizó envuelto en una nube. Es probable que ni sus propios auxiliares hayan sabido lo que hizo o dejó de hacer.

Flores Espinosa ha sido en su vida política un hombre de suerte, nunca talentoso. Creer en la suerte permite que las personas se liberen de sus propias responsabilidades, y arguyan que sus dificultades se deben a las infortunadas circunstancias adversas. Si consideramos que nadie le ha exigido cuentas, tenemos que entender que, en este caso, como en todos los anteriores, ha contado con una gran estrella.

Como la que tuvo en los ochentas, cuando de oscuro director de seguridad pública, pasó a Secretario de Gobierno, gracias a que el gobernador Agustín Acosta Lagunes, quería vengarse de Morales Lechuga, a quien había destituido en ese cargo. El nombramiento de Amadeo, fue un mensaje de Don Agustín para demostrar, en aquellos años, que cualquier persona podía ocupar ese puesto.

Suerte también, cuando fue por primera vez presidente del PRI y perdió más de 70 alcaldías, en la época de Patricio Chirinos. En esa ocasión tampoco pasó nada, y al poco tiempo regresó al sistema.

Su secreto de longevidad política no es ser eficiente. La clave es no rebasar a nadie jamás; ser consecuente con los jefes y colegas, y sobre todo, quedar bien con todos. Así se ha convertido en el ajonjolí Amadeo. Él sólo pide un buen presupuesto para comunicación social y que no se la hagan de “tos”.

En la ocasión que fue candidato a la diputación federal por Huatusco, en tiempos de Fidel Herrera, también la suerte, abonada por el trabajo de otros, le ayudó. En esa contienda, la única vez que recorrió el distrito, fue para quejarse que lo habían mandado a perder y que se había negociado la elección.

No perdió, los operadores políticos de alto nivel que le enviaron, le hicieron el favor de enderezar la elección hasta llevarlo al triunfo. Cuando Amadeo, incrédulo en la comodidad de un hotel de Huatusco, supo que había ganado, lo publicitó hasta en periódicos nacionales, presumiendo su habilidad y carisma, como causas del triunfo. La comedia y la farsa, destrezas FAFE.

De su paso por la Procuraduría de Justicia, en la época en que asesinaron a la periodista Regina Martínez, se ha comentado ampliamente que su salida fue por la puerta de atrás. No es necesario mayor abundamiento.

Los resultados de su última aventura son lamentables. Debemos recordar que entró al PRI como “encargado”, a finales de enero de este año, violentando estatutos que se oponen a la reelección. Al final de la jornada, también “se ha cargado” al candidato que lo consintió, después de “partir” a la militancia. Vaya forma de cumplir con el encargo que detenta.

Corolario de lo que ha sido el accionar del buen Amadeo, aún más gris que los anteriores. ¡Y le siguen creyendo!.

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