A principios de abril de 2019 el presidente López Obrador presumía que nuestra moneda se revalorizaba en cerca de un ocho por ciento al alza. “El peso sigue fortachón”, decía con orgullo, pretendiendo con ello alejar riesgos y debilidades tan solo con ese soplo mágico que sonó a balandronada. 

Eran semanas en las que el dólar costaba 19 pesos y había altas tasas de interés en México.  Pero las cosas fueron cambiando en la economía, y en el transcurso de los meses, el desmedido afán de pintar románticas acuarelas del acontecer nacional se convirtió en la característica principal de su gobierno. Los otros datos vistieron sus conferencias mañaneras convirtiéndose en argumento perfecto para esconder los hechos cotidianos. Una estrategia que le resulta útil pero solo respecto a la mitad de la población, los demás ya descubrieron la trama andresiana.

El sexenio comenzó con la oscura muerte de la gobernadora de Puebla y de su esposo, exgobernador y exaspirante a la presidencia de la república. La gente pidió cuentas e investigaciones después del fatal helicopterazo. Entonces AMLO se inventó el huachicoleo de la realidad nacional para supuestamente luchar contra el robo de combustibles de Pemex. Parece que no funcionó del todo, algunos aseguran que siguen robando combustibles, como siempre.

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Más tarde y con su parafernalia matutina se inventó una petición a España para que el reino ibérico ofreciera una disculpa por los daños de la conquista de hace 500 años. Recibió la correspondiente bateada beisbolera, pero logró distraer un tiempo a la sociedad. 

La inseguridad en las calles, los desaparecidos, el secuestro, el cobro de piso, las balaceras y el asesinato masivo de personas le aumentaron la desconfianza ciudadana. Su gobierno soltó a Ovidio en el célebre Culiacanazo que le bajó muchos puntos. AMLO comenzó a decaer mientras sus huestes hacían esfuerzos para sostenerlo en las alturas, utilizando las redes sociales a golpe de insultos y ataques a los críticos de la política y de los medios de comunicación.

Con pretextos de austeridad mal entendida, y para conseguir recursos del erario para sus becas y pensiones dobles, acabó con instituciones y presupuestos, terminando por desmantelar el sistema nacional de salud, al que limitó en medicamentos, doctores y enfermeras. Se sacó de la manga el INSABI y es el momento en que ese invento no termina de cuajar.

Después vino el discurso diario del avión de Peña Nieto y organizó una rifa en la Lotería Nacional, previo sablazo a los empresarios más ricos del país. Así entretuvo otro rato al personal, vendiendo los cachitos en módicos 500 pesos que, según sus adeptos, pagan gustosos los más pobres de la nación.

En febrero pasado llegaron las mujeres y su disgusto por la fallida política de seguridad pública que las olvidó totalmente y permitió el aumento de los feminicidios que crecieron ante la negligencia de su gobierno y de la pomposa guardia nacional del ineficiente Alfonso Durazo. En marzo el movimiento feminista le tiró la agenda a la basura, las damas pararon un día a buena parte de México y le fundieron los reflectores de la mañanera y del país de ensueño que controlaba celosamente. 

No era lo último. El precio del petróleo se desbarrancó. Y venía lo peor. Llegó la pandemia mundial de coronavirus Covid 19, que también trató de enterrar y no pudo. La situación apesta a muerte, lo que no puede desestimarse. Se le complicó todo y el jefe de estado continúo perdiendo credibilidad. Y entonces, las bolsas mundiales cayeron en picada y el dólar va rumbo a los 25 pesos en México. 

Una debilidad que en nada ayuda al mandatario, apenas en su segundo año de gobierno, es el conjunto de imitadores presidenciales, que de manera ridícula pretenden alcanzar posicionamiento copiando actitudes, frases e irresponsabilidades que la gente solo le perdona o le consiente al ejecutivo federal. Dos imitadores de lo malo, son los gobernantes de la Ciudad de México y Veracruz, Claudia Sheinbaum y Cuitláhuac García, aunque, eso sí, iguales de honestos que su jefe y guía. Así, acumulando fallas ajenas, el creador de la 4T asegura varios millones de votos en contra en la elección intermedia de 2021.

Muchas desventuras las que sufren en estos días Andrés Manuel y su fallida transformación. Pero él no se arredra y se hace el inmortal, el omnipotente. Su soberbia le ayuda y los ciegos le aplauden en coro.

¿Será que después de que pase o se contenga la pandemia del coronavirus, lo cual se reza y se pide a todos los dioses patrios, podremos tener todavía al súper presidente que no cuidó investidura, integridad y salud, que desoyó recomendaciones y críticas y que con su persistente terquedad complicó más las cosas del país, de su economía y de su estabilidad social?

¿O será que el tabasqueño que se siente héroe y mesías, pretende convertir en una aldea bananera a un país que quiere ser moderno y autosuficiente y que trata de salir de la mediocridad en la que sus prohombres insisten en tener?

Por lo pronto, el peso fortachón cayó estrepitosamente a causa de lo que el presidente ha descuidado y de las complejas circunstancias internacionales, los vaivenes de la economía mundial, la peste del año y todo aquello que afecta el bienestar global. 

Una serie de desventuras que pueden transformarse en tragedia histórica y de consecuencias inimaginables.

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