A diferencia de antaño, en que debíamos acudir personalmente a los bancos a realizar cualquier trámite de dinero, ahora la banca en línea nos permite hacer operaciones financieras, sin miradas curiosas y desde la comodidad de nuestra casa, oficina o lugar que se nos antoje. Para poder hacerlo, debemos tener a la mano una computadora, tableta o celular conectado a internet. A este avance de la tecnología se debe la aparición del moderno token.

El token es un dispositivo móvil que provee claves de acceso de 6 dígitos que se cambian cada vez que alguien lleva a cabo una operación en la banca en línea, lo cual permite validar los datos personales, reduciendo el riesgo de fraude o robo de identidad.

Hasta aquí suena maravilloso este ingenioso invento de los tiempos actuales. Pero qué es lo que sucede con esos famosos tokens, cuando estos artilugios llegan a manos de personajes con mañas similares a las que supuestamente mostraron Carlos Aguirre, Vicente Benítez, Juan Manuel del Castillo o Tarek Abdalá, exfuncionarios del gobierno duartista. Y si hacemos caso a lo que dice la leyenda popular, qué pasa con un token en manos de gente como la propia Karime Macías de Duarte.

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El tema viene a colación, porque después de la brutal desvelada de los 35 mil millones de pesos que la Auditoría Superior de la Federación, comunicó al país en enero de 2016, como monto que desapareció el gobierno de Javier Duarte, hasta ahora, muy poco de ese dinero perdido es lo que ha regresado al suelo jarocho, con todo y los prístinos afanes del gobernador Yunes.

Y justamente el tema del manejo de los tokens de las cuentas bancarias del erario estatal en ese tiempo, que parece que nadie ha podido -o querido- esclarecer, se recuerda en este mes que se celebra a los santos inocentes. Porque lo que el gobierno actual ha recuperado, es absolutamente irrisorio en comparación con lo que se afirma fue desaparecido de las arcas públicas.

Y para ilustrarnos sobre ese tipo de desvaríos y desvíos, los medios de comunicación nacionales han informado un curioso caso en que salieron a relucir los multicitados tokens.

El 14 de noviembre pasado, los responsables de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, detectaron que alguna sucia mano impidió que se depositara el pago de la quincena a sus mil doscientos trabajadores. Desde luego, el Jefe de Gobierno Miguel Mancera hizo la reclamación al banco (español, por cierto) y la denuncia penal correspondiente, por un monto cercano a los seis millones de pesos.

Pero bastó un poco más de un mes de investigaciones, para que las autoridades descubrieran que la causa no había sido un acto provocado por hackers, como se argumentó primero, sino que una infiel empleada de poca cultura y amplias ambiciones, utilizó en su beneficio los tokens institucionales para enviar ese dinero público a cuentas bancarias suyas en el estado de Yucatán.

En Veracruz, a muchos meses de distancia de los delitos y de las denuncias penales contra Duarte y su gente, hasta ahora muy poco o nada se sabe sobre el manejo irregular que hicieron de los fondos de la tesorería, que también, y tan mal se manejaron con los mentados tokens.

Quizá esa omisión o manejo oscuro pudiera deberse a que hubo algún convenio extraño.

Porque en eso de las componendas y complicidades, los mexicanos sufrimos frecuentes desengaños. Por ejemplo, Elba Esther Gordillo, la sentenciada dirigente magisterial apresada hace cinco años, acaba de irse a dormir a su casa de Polanco el fin de semana anterior, horas después de que su partido Nueva Alianza firmó una coalición con el PRI para luchar por la próxima elección presidencial.

¿Será que algún o algunos toques de bola están llevando estos asuntos por otros caminos?

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