José Antonio Flores Vargas

En Veracruz, todos conocen la participación que tuvieron los diputados de la LXIII Legislatura en la debacle administrativa y financiera que ocasionó el régimen de Javier Duarte, que a menos de un mes de que concluya, llevó a la quiebra total del gobierno estatal.

Un congreso traidor, consecuente y entregado al gobernador saliente, que nunca constituyó un Poder que hiciera contrapeso al mandatario veracruzano, quien abusó de sus recursos corruptores para vencer las pobres voluntades de los legisladores. Pocos integrantes de esa Legislatura pueden deslindarse de tan lastimosa verdad.

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De ellos, se conoce que recibieron 720 mil pesos de ahorro cada uno, además de sus aguinaldos adelantados, y posiblemente también, de una suma millonaria por la aprobación de la Cuenta Pública 2015. Todavía el día de ayer, en medio de los paros y manifestaciones sociales, circulaba el rumor de que había una cuota de 500 mil pesos por aprobar los últimos pendientes. Poco dinero, pero sea bienvenido para cubrir las menudencias de cierre de año, dijeron los afortunados.

Pero eso no es todo. Pudiera ser que la irresponsable aprobación de cuentas públicas que dieron, les ocasione serias preocupaciones en el futuro.

Para algunos de ellos, habrá un terso paso a un nuevo mundo. Con vistosos atuendos marineros, se disponen a subir a la nave azul por dos años, como funcionarios del gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares.

Lo más extraordinario es que con esa vestimenta desaparecen mágicamente desprestigios y “maledicencias” que algunos paisanos pudieran recordar.

Sin embargo, para infortunio de los que entran, ahora hay una situación distinta en el ambiente estatal. La gente ha tomado conciencia crítica de lo que le ha costado entregar a ojos cerrados la confianza en los gobernantes y funcionarios, en los políticos, y en todos aquellos que representan a la población. La perra no era brava, la hicieron así a fuerza de golpes y hambre.

Como el pueblo no quiere que se repita la inacción de los funcionarios y el robo gubernamental, va a ser difícil que pasen desapercibidos, gestos, acciones y decisiones de los diputados que entrarán el día de mañana a conformar la LXIV Legislatura del Estado. Es un hecho que la sociedad estará pendiente de todos ellos.

Por ejemplo, del joven orgullo del nepotismo de un acaudalado político porteño; un muchacho que por todos lados ha mostrado su desesperación por ocupar su curul y demostrar lo que sabe: hacer valer el apellido de la familia. Se trata de Vicente, un diputado que nos traerá el mundo vasco.

Los más perseguidos del próximo Congreso serán Vicente, el chileno, el maletero mayor del duartismo, junto a otro ex tesorero y nuevo rico sexenal: Juan Manuel del Castillo. Crème de la crème del universo duartista, con licencia para escapar.

También serán observados a discreción, aquellos diputados y diputadas que llegaron gracias al caciquismo, como son los casos de Tantoyuca o el del magisterio: María Rosario Guzmán Avilés y, para variar, Juan Nicolás Callejas Roldán, sin demeritar el acucioso seguimiento que tendrán Sergio Rodríguez y Gerardo Buganza, si es que no dice “Ciao” a su curul.

Los diputados que se van, serán recordados como integrantes del gobierno más inepto y corrupto que ha existido en el estado; y también, como colaboradores del mayor desfalco en la vida nacional, que por unos pesos traicionaron a la sociedad.

La diputación entrante tendrá la oportunidad histórica de demostrarle a los veracruzanos, que están a la altura de las circunstancias actuales, y que asumen el mayor compromiso con la población que los eligió. El estado necesita de un Poder Legislativo fuerte y que sea honesto y leal a Veracruz, más allá del respeto y consideración que deben guardar al Ejecutivo del Estado.

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