José Antonio Flores Vargas

A 24 días de que concluyan las campañas a la gubernatura, tres candidatos dicen tener el triunfo asegurado el 5 de junio próximo. Los simpatizantes de esos tres personajes sueltan a diestra y siniestra, las razones por las que sus candidatos ganarán la contienda.

Si se analizan a fondo sus propuestas de gobierno, cualquiera se da cuenta de que casi todas ellas carecen de la posibilidad de ser cristalizadas. Las razones son tres, principalmente: unas porque no cuentan con sustento normativo; otras, porque no habrá recursos públicos para realizarlas; y las demás, porque en realidad son imposibles de concretar.

De aquí a la elección, continuaremos viendo supuestas corruptelas y asuntos oscuros de los candidatos. Conoceremos encuestas donde se darán tendencias de voto “definitivas”. Seguiremos escuchando las razones válidas para asegurar el triunfo de más de un ganador, y también, el creciente rumor de que se anulará la elección, o de que habrá un incidente catastrófico, que permitirá un gobernador sacado de la manga para el periodo que sigue.

Lo único que parece cierto es que vendrán dos años de aclaraciones. Por qué se afirma esto. A como van las cosas, el 5 de junio puede darse un resultado con diferencias mínimas, que lleve a una etapa de aclaraciones en tribunales. En este escenario, en cuanto se defina al ganador, empezarán las reuniones que exigirán todos aquellos a los que se les adeudan recursos de este sexenio, y hasta del pasado. Se empezará entonces a cuantificar lo que esa gente reclame. Con seguridad, se recordarán cifras manejadas en los medios de comunicación e informes publicados por economistas.

Una vez que se haga este ejercicio para tranquilizar a quienes no se les ha pagado, el gobernador electo entrará en revisiones y aclaraciones con el gobierno saliente, para saber de qué tamaño es el verdadero tamal o zacahuil que hay que ingerir.

Ya como gobernador en funciones, con tanto por pagar a la Universidad Veracruzana, a otros Poderes y organismos públicos, contratistas, proveedores, pensionados, empleados, operadores de campaña y demás etcéteras, el nuevo ejecutivo estatal pasará prácticamente sus dos años aclarando las cuentas, y liquidando lo que la buenaventura permita.

Los veracruzanos no son tontos como para pensar que habrá algo de obra, más bien saben, que lo que caiga a las arcas, sólo alcanzará para el pago a los altos funcionarios y a aquellos afortunados que pasen las aclaraciones y aprobaciones de Contraloría y Sefiplan.

Así que el ganador de la contienda, desde que se lo digan los tribunales, si llegara el caso, hasta el momento que conozca a su sucesor, gobernará haciendo cuentas y contando cuentos. La administración de la pobreza será una ardua tarea y un verdadero acto de gobierno.

Los deberes del próximo gobernante, circularan con una pesada losa económica y un lamentable pésame. Aunque cualquiera que llegue, buscará extender su poderío otros seis años. Entretanto, los veracruzanos quieren hacer efectivo el dicho que reza que “aclarando amanece”, es decir, en dónde quedó la bolita. Ni mas, ni menos.

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