Cuando el gobierno ha metido las narices en áreas que no domina, los resultados han sido catastróficos. Y lo que ha estado observándose en estos tiempos de la cuarta transformación no es nada alentador. De la noche a la mañana en diciembre pasado, los excelentes políticos de Morena se quisieron convertir en eficientes funcionarios de gobierno, y en unos cuantos meses han pretendido convertirse en todólogos de excelencia, con sueños de capacidad inigualable para afrontar y solucionar cualquiera de los retos nacionales, estatales y municipales.

Pero el problema no es atribuible solo a los morenistas, la realidad es que, así como ahora ocurre con ellos, ha sucedido con tricolores, con azules, con verdes y hasta con el diminuto partido que impulsó a Cuauhtémoc Blanco, el brillante goleador de la notoria joroba política en Morelos.

El comentario no puede ignorarse y desdeñarse en Veracruz. Aquí, gracias a las componendas y cegueras de la señora duartista de la abundancia y el ambicioso exalcalde Américo Zúñiga, de manera irresponsable y mezquina el cordobés Duarte de Ochoa cerró el Museo del Transporte, ignorando a la opinión pública y al interés cultural de ese centro apenas creado en el sexenio de Miguel Alemán. 

Nadie supo dónde quedaron los vehículos y el material museográfico, desaparecidos para ubicar allí las oficinas del DIF estatal que comandaba Karime Macías.

Después llegó el gobierno bianual de Miguel Ángel Yunes Linares, quien terminó de descuidar y hundir la operatividad del Museo Interactivo de Xalapa (MIX), dejando cuantiosas deudas con el SAT y enormes pasivos salariales, iniciados desde la corrupta gestión que le antecedió.  

De ese museo dedicado a los niños y apoyado por todos los gobernadores precedentes -desde Dante hasta Fidel- se recuerdan las frecuentes colas de autobuses cargados de estudiantes de primaria y secundaria que llegaban todos los días desde diferentes municipios para conocer los atractivos similares a los del impresionante Museo Papalote de la Ciudad de México.

Pero la sorpresa para todos ocurrió desde el primer día del gobierno de Cuitláhuac García, cuando de manera intempestiva y opaca cerraron ese sitio para colocar allí oficinas burocráticas del sector educativo. Hasta ahora, y casi a los seis meses, a nadie de la administración cuitlahuista le ha interesado el negativo impacto ocasionado en la sociedad xalapeña por esa irreflexiva clausura. 

Esta semana las alertas surgen en torno a la supervivencia y estabilidad de otro de los centros de entretenimiento y divulgación científica existentes en la entidad, el Acuario de Veracruz, que hasta estos días constituye el mayor atractivo turístico del puerto. La muerte de dos manatíes, madre e hijo, al momento del parto, adjudicada a problemas fisiológicos, situación no ocurrida antes en esas instalaciones. 

Pero a este hecho infortunado deben sumarse los atropellos laborales desde el gobierno de Yunes, y ya con Cuitláhuac, el despido de 50 trabajadores de diversas áreas, que los medios de comunicación informaron en enero pasado. 

Desde este mes de mayo, Jaime Rivero Mantecón es el presidente del consejo de administración. Ojalá que este personaje haga un papel destacado que recuerde el impulso inicial de Baltazar Pazos de la Torre y la consolidación nacional e internacional que consiguió Marcelino Fernández Rivero.

Y que el Consejo de Administración no tenga tanta guerra de las oficinas centrales de la SEFIPLAN, dependencia a la que está sectorizado el fideicomiso del Acuario.

El turismo veracruzano requiere un Acuario vivo y viable financieramente. Una actuación irresponsable conduciría al declive económico y científico y a su eventual cierre o enajenación. 

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