José Antonio Flores Vargas

A principios de diciembre de 2010, vestidos de pipa y guante, Javier Duarte de Ochoa y Karime Macías Tubilla hacían su presentación ante la alta sociedad veracruzana. Una fresca tarde de invierno, dos mil selectos invitados provenientes de todas partes del territorio estatal, llegaron al Teatro de Coatzacoalcos.

A las seis en punto, se daría a conocer el programa de gobierno del sexenio. Numerosas celebridades de la vida empresarial y social, así como prominentes políticos y funcionarios, aplaudieron la entrada triunfal de la pareja gubernamental y escucharon embelesados las atinadas palabras de los dos personajes de moda.

En el aeropuerto, jets ejecutivos, avionetas y alguno que otro helicóptero, aterrizaron unas horas antes, aguardando el retorno de sus propietarios. De una aeronave oficial, bajaron con sus encantadoras esposas dos nuevos funcionarios: Jorge Ramírez Tubilla y Víctor Alvarado Martínez, Procurador Fiscal y Secretario de Medio Ambiente, nativos de esa ciudad. Marcelo Montiel y sus huestes juveniles se hacían cargo de la logística y la organización del acto.

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Se presentaron las líneas más importantes del Plan Veracruzano de Desarrollo y el anuncio del más ambicioso programa de combate a la pobreza en Veracruz. El gobernador casi llora cuando ofreció luchar denodadamente contra esa penosa lacra.

Unos meses después, en medio de la parafernalia y el derroche organizativo en un predio anexo a la Escuela Normal veracruzana, con menos pipa y más guante, se dio inicio al Programa Adelante, el programa de programas enfocado a disminuir la pobreza (“de los veracruzanos”).

Pasaron los años y llegó el temido 2016. La pobreza creció y la lana desapareció. Llegaron también las denuncias consecutivas por manejo irregular de recursos públicos ante la PGR. Vinieron los descubrimientos de empresas fantasmas y millones de dinero perdidos. Llegó la derrota electoral ante el más odiado rival, Miguel Ángel Yunes Linares, ahora gobernador electo.

Después vino la denuncia del SAT, el brazo armado de la SHCP. Unos días más tarde, vino la cascada mediática de todo lo que supuestamente se robó Duarte. Siguió el retiro de los derechos partidarios priistas. La semana pasada cedió la terquedad de Javier Duarte, que no quería irse, y de manera sorpresiva se dio la licencia al cargo y la ascensión de su cancerbero, Flavino Ríos Alvarado. Duarte se esfumó del escenario político.

El día de ayer, en el principal noticiero de televisión, se dio a conocer un video en el que Moisés Mansur, uno de sus presuntos socios, comenta que él pagaba la tarjeta bancaria de la esposa del gobernador, e informó además que Duarte vendió a un familiar (parece que al padre del ex Procurador Fiscal mencionado), por el módico precio de 10 dólares, una casa en Arizona. Adicionalmente, un portal nacional, dio a conocer su cálculo de que Duarte se llevó 50 mil millones de pesos.

Estas noticias del aparente abatimiento del rezago social de Duarte, coincidieron con la conmemoración ayer del Día Internacional para la erradicación de la pobreza, establecido por la ONU, para luchar frontalmente contra la miseria mundial.

Es probable que Duarte haya erradicado su escasez individual y familiar, pero es bien cierto que con sus actos ha mostrado la más grande miseria moral que pudiera tener una persona.

Sólo él podrá justificar que Veracruz fuera el estado donde más creció la pobreza a nivel nacional durante estos años, y que los recursos que pudiesen haber sido destinados a afrontarla, fueran extraviados o robados por un grupo de delincuentes de cuello blanco que él dirigió e invitó a colaborar.

Ante este tipo de situaciones aberrantes, recordamos al escritor Darío Fo, el Premio Nobel italiano fallecido la semana pasada: “Dado que existen oradores tartamudos, humoristas tristes y peluqueros calvos,…podría haber políticos honestos”.

Pero hay un pero, que muchos conocen. Entre los nóveles políticos veracruzanos, es común escuchar esta frase, cuando se les pregunta sobre la calidad moral de alguno de ellos: “Honesto, honesto, no es…honestón, sí”.

Al final del día, la justicia busca a Javier Duarte. Tendrá que responder por los delitos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

Durante muchos años, Duarte abusó del guante.

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