Finalmente, el día de ayer, Javier Duarte de Ochoa se allanó a la solicitud de extradición que había presentado a Guatemala el gobierno mexicano. Todos apostaban a que así sería, sólo faltaba conocer los pormenores de la audiencia en el tribunal que lleva el caso.

Lo que se observó a través de los medios de comunicación, fue la forma transparente en que allá se manejan las cuestiones legales, a diferencia de nuestro país. Radio, televisión y prensa dieron a conocer todos los detalles del proceso, desde la llegada al edificio, del preso más famoso en esa nación centroamericana.

La tonalidad esmeralda de sus anteojos, hicieron pensar una buena cantidad de cosas. Un ratón verde; el pase del semáforo; un partido político; el color de la esperanza. O quizás simplemente, la frescura y la confianza en lo que venía, o viene.

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Escuchamos las acusaciones en su contra. Terrenos, casas y departamentos mal habidos en varios lugares del país y allende las fronteras. Los nombres y apellidos de sus cómplices y testigos denunciantes. La mención de las “empresas fachada” con que sacaron el dinero del gobierno. Lugares como Boca del Río, Campeche, Ixtapa, Texas, etc. Desde luego, los montos de dinero, sin comparación con los miles de millones que andan desaparecidos.

En la audiencia de la semana pasada, donde el preso se allanó a la solicitud de extradición del Estado de Veracruz, Duarte no ocultó el sarcasmo, la sorna, el desprecio. Ahora sabemos que era contra Yunes Linares.

El día de hoy, estuvo serio, meditabundo, atento, formal. Claro, se trataba del gobierno federal. De una acusación en la que tiene que ver la mano del presidente de la república. El interés supremo de la nación. El que puede ser benévolo y dar justicia y gracia. En este mismo sexenio.

Cuando le tocó turno de hablar fue cuidadoso. Se desligó de las acusaciones, que, repitió, fueron hacia otros nombres, ninguno de su familia, remachó insistente, cuando se allanó a la extradición.

A muchos pudo parecer que Duarte cree que puede zafarse de las acusaciones del estado y de la federación, o eso quiere aparentar. Quizá se siente bien defendido o bien blindado por el sistema político. Casi nos dijo: las personas que han mencionado, no tienen nada que ver conmigo, yo no tengo ese dinero, y no soy culpable.

Debemos pensar entonces que el reingreso de Javier Duarte a México, no quiere decir que pronto o después aparecerán los recursos del erario perdidos.

Tendremos que entender que no hay culpables. Que volver (al país) no significa regresar los dineros que andan extraviados. Que como Caperucita, pudieron haberse extraviado solos, en el bosque de la ambición.

O que se los tragó algún hoyo negro. Total, Veracruz aguanta eso, y más.

La fiesta y la siesta seguirá.

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