Eso de que la historia se repite, y hasta empeora, parece que pertenece más a la realidad que a la ficción. El culto al dolor y la complacencia se construye en donde todos se ven a sí mismos como víctimas. Así, siempre será complicado defender sociedades abiertas, libres. La victimización tiene frutos cuando se inunda de opiniones predominantes y prevalecen los estados opresores.
Y algo así está sucediendo en Veracruz. Nadie imaginó -ni en broma- que después del fallido gobierno de Javier Duarte se estableciera otro con similares resultados, por decir lo menos. En el caso de Duarte, él fue una imposición de Fidel Herrera (el único gobernador que lo ha logrado). Cuitláhuac García fue el candidato que aventó López Obrador, sabedor que con su arrastre nacional lo podría llevar hasta el palacio de gobierno. Y lo logró.
Con Javier y Cuitláhuac, el dolor o la preocupación por el pueblo dejaron de ser temas prioritarios en sus gobiernos. Pobreza, desempleo, corrupción e inseguridad fueron y son tópicos que enmarcan a sus administraciones; pero la complacencia, eso ha sido algo que ambos sí han disfrutado. Javier, un gran bont vivant, mientras que Cuitláhuac, en el papel de un simple bailarín manipulable y caprichoso.
Ambos gobernantes, proclives a la victimización. Cuando sus pifias repercutían en la sociedad -sobre todo en su gobierno o imagen- la salida fácil: culpar a los medios de comunicación. Los medios son los que magnifican. Hoy son actos de propaganda de los opositores, los adversarios al régimen de la cuarta. Al doctor Javier y al ingeniero Cuitláhuac la realidad los aplasta, los apesta, el primero está en prisión y el segundo caerá en cuenta que fue gobernador, pero hasta el 1 de diciembre del 2024.
Duarte de 8a (como le ponía FHB cuando le ordenaba algo en positivo), una vez en el trono desvarió a niveles que ni siquiera le permitieron terminar su periodo gubernamental. En alguna ocasión, durante una comida en la casa del ex gobernador Herrera Beltrán, en la calle de Montes Urales de la Ciudad de México, y ya siendo gobernador Miguel Ángel Yunes, un osado preguntó a Fidel ¿Cuál fue su mayor error político como mandatario? contestó: ‘Dejar a Duarte como gobernador’. Un arrepentimiento a destiempo, quizá falso. El daño estaba hecho.
García Jiménez, al igual que Duarte, fue primero diputado federal. Los enterados comentan que lo hicieron candidato a legislador -cuando le ganó a Elizabeth Morales-, porque la ahora senadora Gloria Sánchez le dijo no a López Obrador, ya que su edad no le permitiría recorrer calles, avenidas ni colonias. Entonces buscaron a otro profesor: Atanasio García, pero también declinó y ofreció a su hijo Cuitláhuac y ganó.
Los de allá arriba, las fuerzas oscuras, los monstruos maliciosos, se han aprovechado de los veracruzanos, por eso no es raro observar que las víctimas y los perpetradores se enfrentan repetidamente. Sociedades divididas y paralizadas. Necesitamos urgentemente salir del atasco por cuenta propia. Y sus administraciones han coincidido en algo sumamente ominoso para Veracruz: las constantes contrataciones de deuda que se volvieron temas recurrentes y poco transparentes en ambos sexenios.
Con Duarte y con Cuitláhuac abundan las historias, las ficciones y las realidades que mueven a recordar aquel melodioso reproche de Juan Gabriel, en su canción “Te pareces tanto a mí”, y, más que nada, a meditar sobre aquella preocupante reflexión del argentino Jorge Luis Borges, cuando escribió que “Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos, porque uno termina pareciéndose a ellos.”
¿Javier Duarte y Cuitláhuac García ayuntados por las mismas historias?