Por fin esta semana conoceremos a los integrantes del primer círculo del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares en la administración pública estatal.

A través de los medios de comunicación, se han filtrado los nombres de aquellos que podrían ocupar las diferentes secretarías de despacho y algunas de las entidades más importantes.

Conforme a los acuerdos de la alianza política establecida entre el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, previo a que iniciara la contienda electoral, los principales actores de esos partidos políticos han aparecido como prospectos a ocupar las diferentes carteras de gobierno.

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Y usamos el término “carteras”, porque en la conversación de algunos de ellos, la sociedad percibe su afán de conocer cómo andan los presupuestos, cuáles son los sueldos y de a cuánto son los fondos revolventes y los gastos de representación. Recuerdan a esas personas que escuchan la tempestad y no se hincan.

Varios de ellos están demostrando que no visualizan el terremoto financiero que arrasó al gobierno de Veracruz durante el sexenio de Javier Duarte. Tampoco imaginan el tamaño del deterioro que encontrarán en esas áreas que ahora ambicionan.

Así vemos a entusiasmados panistas y a astutos perredistas, distribuyendo por anticipado las rebanadas del pastel que esperan recibir. Pero cuidado, ya que por ahí andan también tiburones que han deambulado y medrado por otros mares políticos e ideológicos y también reclaman su tajada.

Son los que trabajaron en favor del proyecto yunista del estero, en abierto o en lo oscuro, a cabalidad o zorrunamente. Todos exigen su parcela, su premio, su botín. Veracruz, es lo de menos. Si fulanito y zutanito pudieron y crecieron su hacienda, nosotros por qué no, es el argumento.

Y esperemos que ésta no sea una consigna o una costumbre transpartidista millenial. Quizá sí, una prueba más de la naturaleza humana, en pleno siglo XXI posmodernista. La fórmula de la ambición sobre la moral, escrita con sangre en el Libro Sagrado.

El gobierno entrante mostrará un ejercicio de eclecticismo político, donde se espera que predomine lo mejor de las opiniones e ideas de cada grupo. Deberá enseñarnos que es posible armonizar posiciones opuestas y privilegiar el entendimiento y la razón; y que en política, los hechos ganan a los discursos.

De esta diversidad con que deberá lidiar en su gestión, Yunes Linares podrá elegir las opiniones e ideas más coincidentes con la realidad y con su proyecto, si bien es cierto que la corrupción y su amplia dosis de crispación, harán difíciles las coincidencias entre gobierno y sociedad. Habrá de tener cuidado en que la diferencia de opiniones no se convierta en problema y menos en patología, que impida reencauzar al estado.

Ojalá que las posiciones vacilantes y cambiantes que caracterizan a algunos de esos políticos que ahora están con él, y que les han nutrido beneficios y actitudes personalistas, ajenas al interés superior del Estado, sean cortadas de tajo, como riesgos de gangrena y putrefacción.

El eclecticismo puede ser positivo, siempre y cuando exista un objetivo común indubitable.

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