3.03.2016

La muerte política del gobernador Javier Duarte de Ochoa es una realidad. Tratar de esconderla o intentar revivirlo, desde el interior de su administración, es algo fuera de lugar. Cuando transcurría su tercer año de gobierno, el Ejecutivo expresó que su régimen se iba a renovar y pondría a Veracruz en la cúspide nacional. Nada fue para “Adelante” todo fue marcha atrás.

Los hechos, las realidades son evidentes. Las ansias de protagonismo, e incluso retadoras, de Javier Duarte no aportan nada en favor de la política veracruzana. Hoy, los rivales de su gobierno y los de su mismo partido político no cesan frente al panorama que brinda la ingobernabilidad que sufre Veracruz. Pero el empecinamiento de Duarte revela un gobierno caprichoso.

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La sociedad tiene claro la grave crisis económica, social y política en la que estamos completamente inmersos los veracruzanos. Javier Duarte, amante, conocedor de la política de España, no debería tener menos altura que la mostrada hace unas semanas por Esperanza Aguirre cuando ofreció la Alcaldía de Madrid, ante los escándalos de corrupción y crisis política de su gobierno. La señora Aguirre lo hizo sin hacer valer que fue la más votada.

El palacio constitucional de México hace prácticamente imposible que un gobernador sea enjuiciado y mucho menos llevado a prisión. La ortodoxia política hace suponer que el ideario del PRI lo frenaría a cualquier costo. Los casos de castigo a políticos corruptos o desalineados con el sistema político mexicano, se han presentado, por lo regular, cuando dejan el puesto público. Los signos políticos actuales podrían transformar las prácticas políticas de antaño.

La cargada mediática en contra de Javier Duarte la soporta y padece él mismo porque es el responsable del gobierno. Pero hasta que no se conozca una lista, con nombre y apellido, de los que han despedazado a Veracruz todo será más de lo mismo. De momento, los políticos y precandidatos avientan la piedra y esconden la mano, no sea que le vayan a pegar a alguno de los que queden en el futuro.

En este río revuelto hay muchos que ya le están entrando para ver que sacan. Podría decirse que todo el traqueteo político es producto del grito expresado en el ritual de las sucesiones de la monarquía francesa “El rey ha muerto, viva el rey o el rey ha muerto, larga vida al rey” pero en este caso no hay rey, hay pudrimiento.

Javier Duarte sobrevive sus últimos días políticos. Si tanto le vendieron la doctrina del grandioso político veracruzano Jesús Reyes Heroles, sabrá que las horas más largas de un político, son las de la banca, pero antes debe entender que “el empecinamiento no sirve para nada, sólo para crear problemas”. Si ya todo acabó para él, que lo haga cuando menos con un poco de honorabilidad. (AF)

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