1.03.2016

Cuando un gobernante es elegido democráticamente, es porque en teoría presentó las mejores propuestas para administrar un gobierno y porque así lo decidió la sociedad que sufragó a su favor. Las maniobras que se hicieron para llegar al poder no importan, porque el poder vale por encima de cualquier interés legitimo. Así han sido las cosas en la democracia antigua y moderna.

Los derechos y obligaciones de los gobernantes están al alcance de cualquier persona que conozca o sólo consulte el documento jurídico actual. No hay mucho por donde buscar. Ahí está todo. La ley esconde, y no conoce, lo que los políticos quieren hacer realmente. Situaciones casi obvias que muchas veces se olvidan.

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Ayer, el gobernador de Veracruz Javier Duarte salió a dar la cara, en compañía de su familia, para demostrar que “tiene las manos limpias”, que su gobierno siempre ha actuado apegado a la legalidad y que todos los ataques que sufre la administración que encabeza son producto de una campaña de desprestigio, electorera.

En realidad se dijo todo para no decir nada. Se trató de evidenciar un músculo fuerte pero todo mundo lo percibió frágil, debilitado, sin potencia. El acompañamiento de un grupo de legisladores federales y locales y del sequito de funcionarios de su gabinete, lejos de mostrar unidad fue un acto que esclareció el miedo, la soledad y el agotamiento que hay en el poder. Los más de cincuenta comparsas posaron para la foto con cara de asombro.

Cierto es que “lo que en política ves, regularmente no es”. Sin embargo, cuando un gobernante se cobija de la familia para enfrentar sus responsabilidades jurídicas y políticas resulta espantoso. Cuando se votó en 2010 para elegir gobernador, se prefirió a Javier Duarte, él ganó al margen de cualquier circunstancia política que se haya operado. Nadie votó por su esposa, por su familia. La familia de cualquier persona o gobernante es respetable y debe mantenerse al margen.

Los veracruzanos no merecen ni aceptan escudos sentimentales. Los veracruzanos necesitan conocer la verdad de todos los señalamientos que hay en contra de una administración pública hueca, sin ideología política y ansiosa de enriquecerse a cualquier costo.

Veracruz quiere gobernantes sensibles a los problemas sociales. La sociedad veracruzana no espera que los políticos expongan su vida privada, aguardan que esos políticos demuestren que miran lejos y vuelan alto.

El gobernador Javier Duarte no necesita ni debe exponer a su familia para convencer que todo transita en orden, en la legalidad y con las manos limpias. La familia veracruzana quiere respuestas reales, alejadas del discurso vago, que respete el derecho de los niños, ellos también bostezan cuando escuchan lo que no entienden. (AF)

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