El periodista Raymundo Riva Palacio lo dibujó magistralmente en su columna política desde octubre de 2016. El plan sigue, pero pretende tener a Veracruz como prueba piloto y punta de lanza que emergerá desde el oriente. El eterno flechador siente, como nunca antes, que las condiciones están dadas y que, debido al cúmulo de ineficacias locales, irán mejorando en ese objetivo.
La inconformidad de la población nacional y local aumenta día a día y el rebase se acerca silencioso por la derecha, un rebase que no es precisamente ideológico, sino más bien, es un avance lento y consistente—como la gota sobre la roca—de un movimiento político plural e incluyente con tendencia de centro-izquierda moderada.
Nadie puede negar que Dante Delgado fue uno de los activos que usó y desechó López Obrador para llegar a la presidencia de la república. No es casualidad que el alvaradeño utilizara las palabras Movimiento Ciudadano (MC) y Cuarto Polo, términos incluidos en las denominaciones de Morena y de la Cuarta Transformación.
El fundador y guía de MC comprobó que en la cumbre de la izquierda mexicana pejista solo había espacio para uno que ya sabemos quién es. Por eso, corridos o fugados, todos se tuvieron que ir, hasta Dante. Y parece que todos los que defeccionaron, pensaron acertadamente en que bastaba con uno solo de ellos, con el más terco y obcecado, para ir a desbarrancarse desde lo más alto de los altares donde se quería subir.
En Veracruz Dante Delgado está tejiendo más fino que en otras oportunidades. Sabe que es su último momento y que no puede fallar. Y que los jarochos ya no quieren equivocarse, porque entendieron que los espejismos en la política pueden llevar a la población al fondo del Golfo de México.
Sucedió con los priistas, con los panistas y perredistas, y ahora, con los morenistas guindas, perdidos en la oscuridad del matiz. Y Delgado Rannauro tiene relaciones y apegos inolvidables con priistas, con panistas, con perredistas, con morenistas, con sindicalistas diversos y, desde luego, con una base leal formada por sus afiliados naranjas, por líderes regionales y gente vieja que lo recuerda como gobernador, por gente de todas las edades en el sector empresarial veracruzano y, sobre todo, por varios de los dueños del dinero grande.
Dante ha optado por hablar lo menos posible, por dejar los reflectores y las estridencias. Es más cerebral y no desea, por el momento, ningún enfrentamiento retórico con Andrés Manuel.
Tres años después del rompimiento (o expulsión consentida) con López Obrador, el exgobernador veracruzano que pagó sus culpas y no debe nada a nadie, mueve sus fichas y sus alfiles embozados por todo el territorio nacional, utilizando sus flechas, dardos y agujas en Veracruz para preparar el primer combate que será en las elecciones intermedias, con miras a que sirvan como guerras floridas preparatorias para la gran batalla final por las gubernaturas que deban buscarse y por la presidencia de la república en 2024.
¿Será, este cuarto polo de génesis dantista, la solución a los graves problemas nacionales? ¿O será otra simple repetición del síndrome del clavo?