De acuerdo con las fuentes del derecho en occidente, la ley, la costumbre y los principios generales, constituyen la regla genérica, aunque en el mundo anglosajón, la costumbre está más refinada y extendida. En contraparte, la fuente principal del derecho en crisis o en casos especiales (reales o inventados), resulta ser el miedo.

En los seres humanos, también el miedo constituye una de las fuerzas más importantes y motivadoras, pero es un estado temporal con fecha de caducidad. En lo político, gobernar a base de miedo es eficacísimo. Y eso lo ha sabido toda la vida el presidente López Obrador, quien, en casi todas sus conferencias matutinas, amenaza o descalifica a quienes no están con él, con sus proyectos y sus empecinamientos.

Lo mismo agrede a ejidatarios y ambientalistas que se oponen a la construcción del Tren Maya en el sureste mexicano, que a los decepcionados trabajadores petroleros que denuncian las inundaciones en la refinería Olmeca en Dos Bocas, Tabasco; ofende a los médicos que revelan la falta de medicamentos y suministros en los hospitales y a los contrincantes políticos que ya recorren el país contrastando la realidad, frente a la palabrería mañanera que suelta en palacio, repetida o aumentada por los aliados y simpatizantes morenistas.

Esa estrategia discursiva de los obradoristas busca que nadie reaccione, que se limite el libre pensamiento, que no se siga adelante en las demandas ciudadanas. AMLO sabe que el miedo es más fuerte que el altruismo, que el amor, que la bondad. Y esa política se refleja en un claro ejemplo: los programas sociales. A los beneficiarios se les dice que ‘si no hay continuidad de gobierno, dejarán de percibir esos beneficios’, sabedores de que no es así, porque ya están consagrados en la ley fundamental. No obstante, él y sus operadores siguen abusando de la mentira.

López Obrador es el arquetipo del pensar al revés; por eso se queja del relativismo, porque él es absolutista, y eso impide el razonamiento. En la sociedad mexicana se huele el miedo y la histeria de lo que está sucediendo en el país; violar la ley se ha convertido en un deporte. Nada nuevo y rompedor. Una vez que el ser humano entra en un estado de pánico, toda defensa de sus libertades no es que quede suspendida, es que llega a ser mal vista.

¿Cómo enfrentarse a la voluntad de un pueblo, expresado a través de unos representantes democráticos subyugados al poder central? La participación ciudadana unida y responsable es un mecanismo eficaz. La posibilidad de resistencia no es contra el aparato estatal sino contra las políticas ‘dicharacheras’ o ‘populacheras’ de una administración con un hombre único, -que no erradica la corrupción gubernamental-, que difunde el miedo y va instaurando la cleptocracia como ‘costumbre’, la cual pareciera ser protegida desde los ámbitos más altos del poder en México. 

AMLO parece desconocer la circularidad de la Ley de la ganancia y de la pérdida (toda ganancia implica una pérdida, y toda pérdida, implica una ganancia); él cree que su realidad es la de ganar-ganar y que es eterna. Ya se verá si, en verdad, como afirma, todo le cae como anillo al dedo. El tiempo se encargará de poner a cada quien en su lugar.

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