La falsa solicitud de licencia del gobernador de Veracruz para ausentarse del cargo por 30 días, que alguna mano ociosa, ambiciosa y perniciosa hizo circular de manera profusa anoche por las redes sociales, debiera originar una reacción pronta, un estate quieto, una respuesta enérgica que haga desistir y desaliente este tipo de conductas o estrategias que en nada ayudan a Veracruz y a sus habitantes en estos tiempos revueltos.

Tal documento apócrifo era fácilmente calificado como inútil y estúpido por los conocedores de los manejos políticos, y bastaba cotejar firmas para identificar que la de anoche en ese documento falaz, era grafológicamente distinta a la del gobernador. Pero estos detalles no los entiende el pueblo.

La sociedad ha dejado pasar en innumerables ocasiones los frecuentes intentos desorientadores, viendo esas aviesas intenciones como simples travesuras de origen porril y corriente, concluyendo en que tales acciones solo pretenden desestabilizar al gobierno morenista de Cuitláhuac García Jiménez.

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Sin embargo, y debido a su reiteración, se hace necesario que este tipo de cosas se atajen en forma inmediata, haciendo las aclaraciones y demostraciones de poder pertinentes. La inseguridad pública, la psicosis de la gente y el decaimiento de la economía, exigen parar de tajo todo tipo de especulaciones, que por otro lado producen desánimo, incredulidad en las instituciones y frustración social. 

A estas alturas de la administración, el gobernante y su equipo cercano deben haber identificado los orígenes de tales iniciativas que nada construyen. Y no es posible que estas actividades se dejen pasar, se dejen correr y se dejen crecer, sin tomarlas en cuenta como si fuesen asunto menor.

En política una de sus máximas es que el poder no se comparte. El poder debe manifestarse, si no, no sirve de nada. El poder es para poder. Es bueno que el ejecutivo acuda a los lugares más castigados por la inseguridad, como lo hizo en Tierra Blanca. Pero es igual de bueno, que Cuitláhuac García, utilizando las mismas palabras de la carta apócrifa, atienda, de una buena vez, los asuntos personales que tenga pendientes con los actores políticos desubicados que creen que el ejecutivo veracruzano no puede o no sabe reaccionar.

Cuitláhuac debe olvidarse de perdones -que solo él entiende- y castigar los numerosos casos de corrupción en que cayeron los gobiernos anteriores al suyo. Ni Javier Duarte, ni Yunes Linares, ni algún otro desorientado que se entretiene con molinos de viento, tienen la alta responsabilidad de conducir eficientemente los destinos y posibilidades de desarrollo de esta castigada entidad federativa.

Cuitláhuac García Jiménez debe entender que el poder es para demostrarlo también con los de más arriba, no solo con los que él ubique en su zona de confort. El poder es para ejercerlo, con justicia y equidad, sin más. 

Hay una investidura que debe respetarse, por él mismo y por los gobernados que son mas de 8 millones de veracruzanos.

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