Su triunfo electoral se vio venir desde muchos meses atrás. México entero lo comprobó con el poderoso golpe de autoridad política que dio en el Estadio Azteca el miércoles pasado por la noche. Desde la tarde, la militancia leal y protectora de Morena lo acuerpó con alma y corazón para demostrarle al mundo que nadie podía hacer nada en contra de AMLO. Las crónicas de ese día hablaron hasta de 120 mil personas dentro y fuera del majestuoso inmueble dedicado al futbol.

Durante la semana previa, los intelectuales y políticos nacionales aconsejaron prudencia y reflexión a la población votante, Aun así, se armaron y presentaron las marrullerías de algunos contendientes a todos los cargos. Las desesperadas ansias de Anaya hicieron circular una encuesta elaborada por especialistas de Estados Unidos, que pretendían hacer ver que el queretano estaba sólo a cuatro puntos de López Obrador. En contra parte, desde varios países llegaron mensajes que aseguraban el triunfo de Andrés Manuel en las urnas.

Y así ocurrió. Este domingo primero de julio, pudo confirmarse que inició la anunciada cuarta transformación de México, como lo había sostenido Andrés Manuel López Obrador, el ahora presidente electo.

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Ricardo Anaya y su coalición formada con PRD y MC naufragó y cayó a las profundidades a causa de los pesados lastres de corrupción que el líder azul-amarillo-naranja lleva con fuertes grilletes en los tobillos. Y falta conocer la decisión de Peña Nieto, para saber si, como se especula, le harán efectivas las denuncias por corrupción que tiene en su contra en la PGR. Existen algunas probabilidades de que a Ricardo Anaya lo embodeguen un tiempo a causa de ellas.

Las muestras de mapachería auspiciada por la alianza Por México al frente, tampoco tuvieron los resultados que esperaban. Los ciudadanos cansados de la corrupción panista y priista se presentaron masivamente en las casillas y ante tal magnitud de votantes, hicieron imposible trampas y modificación de resultados. Hacerlo, hubiera significado poner en alto riesgo la frágil estabilidad nacional. La sociedad ya no permite tales muestras de abuso.

En los estados, el tsunami morenista se llevó casi todo. Las encuestas de salida así lo indicaban. Hasta la media noche, los números mostraban la derrota de varios candidatos del PRI y PAN. Los conteos oficiales de los organismos públicos locales de elecciones, nos darán puntualmente los avances reales en las horas que vienen. Honra a la persona, el reconocimiento de la derrota y la felicitación al ganador, que un poco después de las ocho de la noche hiciera José Antonio Meade a través todos los medios de comunicación. Casi una hora después, Anaya tuvo que hacer lo mismo.

En el búnker morenista del ganador presidencial todo era felicidad y algarabía. 18 años fueron necesarios para que él y la izquierda mexicana se alzaran con el poder presidencial.

La cuarta transformación mexicana, ha iniciado este día. Y como decía Miguel Alemán Velasco, ya veremos cuántas calabazas podridas caen de la carreta lopezobradorista y cuántos personajes que ya bailaron mucho, no son invitados a la fiesta del señor, y se quedan con sus mejores galas, esperando y sorprendiéndose por las primeras medidas del nuevo presidente de la república. Debieran meditar en que Andrés Manuel no ganó la presidencia para gobernar con un equipo que pudiera ser cuestionado desde el principio.

México demostró ser un país donde se valora la democracia. El país salió del pasmo de la mediocridad, de la acostumbrada abnegación hacia el poderoso, y más que otra cosa, del desinterés en la corrupción, la incompetencia y la impunidad.

Tendríamos que tomarle la palabra al ahora presidente electo, para hacer efectivo el referéndum que propone a los tres años de gestión del presidente de la república y de los gobernadores. Los mexicanos deben hacer efectivo el cambio de autoridades, cuando los gobernantes no funcionan.

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