La importancia de llamarse Ernesto, es una comedia teatral de cuatro actos que escribió Oscar Wilde en 1895 con el título de The importance of Being Earnest (La importancia de ser serio), en la que el autor inglés describe las costumbres y la seriedad de las personas de su época. Se trata de una obra de hilarante trama cómica, donde el enredo se manifiesta a lo largo del argumento que tradujera Alfonso Reyes con el título en español de La importancia de ser Severo.

El libro de Wilde sale a escena después de una semana en la que, primero, exhiben de escandalosa manera las millonarias compras de medicamentos a las empresas del empresario-funcionario Carlos Lomelí Bolaños, súper delegado federal en Jalisco y, en segundo lugar, cuando para contrarrestar la renuncia y las acusaciones del director del IMSS, el presidente López Obrador saca otra de sus frases para ningunear a los medios de comunicación, haciendo referencia a “el hampa del periodismo”.

Ambas situaciones resultaron acremente mencionadas por casi todos los medios de comunicación y por diferentes personalidades políticas e intelectuales. Puede decirse que el exceso de expresiones, justificaciones y palabrería para tratar de explicar y convencer a la sociedad (y la descomunal exhibida económica a varios santones del periodismo), han ocasionado entre la gente pensante mayor confusión y sensación de opacidad y resistencia a transparentar las cosas.

Anuncios

Definitivamente, la pasada fue una semana donde el tema de la salud dio grandes preocupaciones al país sobre el asunto de la sanidad de las instituciones y de los mexicanos. Para terminar el viernes, un gran número de directores de institutos y hospitales fueron al Congreso de la Unión y consiguieron destrabar recursos que la SHCP pretendía congelar o destinar a otros fines, desacreditando aún más al ejecutivo federal y a destacados colaboradores suyos.

Lo que pocos han notado es que, después de que El País desvelara desde España las irregulares adquisiciones gubernamentales de medicamentos, el tema médico continuó en la agenda y, hasta este momento, ha mantenido indemne y a salvo al ya célebre Carlos Lomelí.

Protección que podría indicar lo que representa este personaje para el poder morenista y para el propio presidente. La importancia de llamarse Carlos, resulta sorprendentemente significativa para determinados círculos o personas que quizá ya incursionen también en el mundo del hampa, entre ellos los responsables de esas compras en el gobierno veracruzano, ya que, mediante atinado dedazo decembrino, y casi en plena toma de posesión pudieron adquirir treinta y tantos millones de pesos en productos farmacéuticos a este suertudo y encumbrado señor jalisciense (hecho confirmado por la diputada local de Morena Magaly Armenta Oliveros) a quien se le adjudican las empresas fabricantes o distribuidoras y al que algunos políticos morenistas han de deber mucho.

Desde luego, ese resulta un tema mayor y sabroso para entretener al pueblo. Pero no tanto como para olvidar los miles de hechos criminales y personas violadas, secuestradas, desaparecidas y asesinadas que se han incrementado en estos seis meses de la cuarta transformación. Sin duda, el real problema de Andrés Manuel.

Parafraseando a Wilde y a Reyes, debe reconocerse que la nación entera está pendiente de que el mandatario mexicano descubra la importancia de ser serio para gobernar, de ser serio para concretar proyectos viables, y también, la importancia de ser severo y combatir a la corrupción, que continúa a pesar de sus dichos, y la temible delincuencia que ha crecido en su propia gestión.   

Publicidad