Para sostener la primera reunión bilateral México-Estados Unidos, el día de ayer se reunieron en Washington un grupo de colaboradores de Donald Trump con los enviados de Enrique Peña Nieto, el canciller Luis Videgaray y el secretario de economía Ildefonso Guajardo. Casi al mismo tiempo, el presidente Trump había firmado la orden de construcción del muro que prometió para cuidar su frontera con nuestro país.

Así de entusiasta fue la recepción que el gobierno norteamericano preparó a la comitiva mexicana, que en voz de Videgaray y previo a la visita, había dicho que no iban por un acuerdo, sino por una agenda de trabajo con ese país.

Pero no se esperaba otra cosa del mandatario norteamericano, quien aparte del muro, ha señalado como prioridad el proceso de renegociación del Tratado de Libre Comercio que ese país tiene con Canadá y México, y que a su decir, ha causado la pérdida de cientos de miles o millones de empleos en Estados Unidos.

Si vemos las cosas fríamente, nos daremos cuenta que su trato hacia Canadá es muy distinto al que da a México. Con ellos está tratando el asunto de otra forma y en otro tono; y tampoco les ha hablado de muro alguno.

Entonces estamos obligados a tratar de identificar a qué o a quién se debe ese obsesivo muro trumpiano.

Primero, pensemos en la siguiente posibilidad. Si usted tiene junto a su domicilio una vivienda desordenada y con un jefe de familia cuestionado o corrupto, donde los transeúntes y delincuentes entran y salen como Pedro por su casa, y además de ello, el casero es proclive a la oscuridad y a desentenderse de todo, con toda seguridad usted mismo, como vecino, será el primer interesado en construir una barda lo más alta posible para resguardar y proteger a su familia.

Pareciera un ejemplo burdo y simplista, pero no lo es. Por qué lo decimos.

Este primer mes del año, los mexicanos hemos tenido noticias nada alentadoras con relación al gobierno federal. Empezamos con un desorbitado incremento a los precios de las gasolinas que la población no termina de digerir y aceptar y que ocasionó saqueos a centros comerciales en varias ciudades. Días después, el presidente Peña informó que el país agotó su reserva petrolera, que no hay para dónde moverse y que los fondos no alcanzan. En términos coloquiales dijo que habíamos acabado con la gallina de los huevos de oro.

Antes del gasolinazo, instancias especializadas en temas de seguridad informaron que en comparación con otros sexenios, en éste se han multiplicado los crímenes de la delincuencia organizada, los asesinatos y los secuestros.

Por otro lado, la llegada de indocumentados centroamericanos no cesa ni con las reiteradas amenazas de Trump. Ellos han señalado que eso no es problema, que si no los dejan ingresar allá, su intención es quedarse a trabajar y vivir en México, a lo cual nadie se ha opuesto, como si tuviésemos suficientes puestos de trabajo.

Si hablamos de los índices de percepción social y de corrupción, como ayer se informó, México ha crecido en las cifras de manera crítica, colocándose al nivel de países catalogados como más atrasados que el nuestro.

Y si hablamos de la corrupción de nuestros gobernadores, señalada como el lastre de los últimos años, para confirmarlo, esta semana se cumplieron 100 días de que Javier Duarte sigue prófugo. Apenas ayer la Interpol anunció su búsqueda internacional con la famosa ficha roja. La procuraduría por su parte, ha informado que necesita más tiempo para investigar. Como no hay resultados, un analista político se atrevió a sugerir que el ex gobernador veracruzano y su esposa fueron disueltos en aceite.

Y qué se puede concluir después de revisar esta información. Se puede pensar que el muro de Trump se debe en gran medida a la ineficacia y debilidad de Peña Nieto como presidente de México.

Pero volvamos al tema de la impunidad. Porqué una institución tan importante como la Procuraduría General de la República, con todo el grave problema de corrupción que arrastra el caso Javier Duarte, no ha hecho nada contra él y sus numerosos cómplices, como clama diariamente la población mexicana.

Será que la gruesa cañería de la corrupción de este país está tapada por una enorme peña que no puede moverse, o quizá no sea una peña, sino una ingente mole de concreto reforzado.

Será que los dineros veracruzanos, que según varios políticos y analistas, fueron a parar a las alforjas peñistas, ahora están sirviendo para financiar campañas electorales, como la que preparan en el estado de México.

Si ese es el caso, podemos afirmar que la mole de concreto reforzado que cubre la cañería de la impunidad mexicana, es en realidad un muro, el muro de Peña.

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