José Antonio Flores Vargas

En México, el mes de septiembre es uno de los más importantes del año por dos cosas. Es el mes que los mexicanos hemos dedicado a recordar a los héroes que nos dieron patria, y también porque en su primer día, se presenta el informe presidencial, que en teoría, debe contener los resultados del gobierno federal por sus acciones en todo el año previo.

Hace más de 200 años, que en este mes conmemoramos a los grandes hombres y mujeres que hicieron posible la Independencia de México en 1810, encabezados por don Miguel Hidalgo, el Cura de Dolores. Y es justo reconocer también, que durante esos doscientos años, el informe ha permitido conocer algunos buenos resultados presidenciales.

Sin embargo, en este 2016, el país ha vivido una serie de hechos que entristecen o preocupan a los mexicanos en estas fechas, además de otros incidentes que han mantenido ocupados a los medios de comunicación y a las redes sociales mexicanas e internacionales.

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Primero, la serie de denuncias públicas y de carácter legal en contra de un grupo de gobernadores corruptos que defraudaron la confianza de quienes votaron por ellos. Después, el mea culpa del Presidente, durante el acto de promulgación de las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción.

Hace unos días, la inesperada muerte de Juan Gabriel, uno de los más grandes artistas nacionales, que ha enlutado al pueblo de México. Anteayer, la sorpresiva reunión del presidente Enrique Peña Nieto con Donald Trump, el candidato republicano al gobierno de los Estados Unidos.

Y ayer mismo, el cuarto informe del presidente Peña, presentado a través de una novedosa fórmula, ante una audiencia de 400 jóvenes seleccionados por sus méritos.

Todo un coctel de interés público nacional, con su dosis de tristeza, sorpresas y desconcierto.

Desconcierto, porque desconcertante ha sido la inesperada visita de Trump y lo que se habló en esa reunión. La gente y los “opinadores” profesionales han manifestado su disgusto por el recibimiento inoportuno e inmerecido del visitante norteamericano, empecinado en ser Presidente de los Estados Unidos y en construir un gigantesco muro divisorio en la frontera.

Pero lo que nadie se ha puesto a pensar, es que quizá el presidente de México, con todo y la carga de críticas y memes que lleva sobre sus espaldas, se haya propuesto dinamitar el famoso muro en la frontera, así como las posibilidades de triunfo de Trump.

Pudiera ser que algún asesor de renombre, como Carlos Salinas de Gortari, o un poderoso capitalista, o el presidente Obama, o hasta la misma Hillary, haya sugerido o solicitado ese favor, pensando en que Trump, como los peces, muera por la boca, y se le caiga el porcentaje del voto hispano que ya tiene, y que en este año dicen que subió del 16 al 22 por ciento.

Apenas regresó de México anteayer, Trump ratificó en Estados Unidos su intención de construir ese muro, asegurando que su costo sería pagado por los propios mexicanos. Es probable que esta terquedad del candidato republicano, repetida hasta el cansancio, ocasione el enojo y lo lleve a perder esos votos hispanos que requiere en la votación final de noviembre ante Hillary Clinton, la candidata demócrata.

De conseguirse esto, comprobaríamos que Peña Nieto logró dinamitar el proyecto de Trump, emulando a “El Pípila”, quien en 1810, según la leyenda, cargó una pesada losa de piedra sobre sus espaldas, e incendió la puerta de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato, permitiendo la entrada del ejército insurgente para derrotar a los realistas del imperio español, allí fortificados.

Sólo algo así, justificaría la forma en que Peña afrontó este encuentro con Trump. Porque no se debe olvidar que el dichoso muro de 2,000 kilómetros, es el estandarte de la polémica carrera política del norteamericano.

 

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