“Con el apagón qué cosas suceden”, dice una vieja canción de Yuri. Y eso es lo que ya preocupa a algunos malpensados respecto a la serie de apagones que está aplicando la Comisión Federal de Electricidad que dirige Manuel Bartlett, ahora cercano colaborador de AMLO.

De Bartlett se recuerda mucho la célebre “caída del sistema” de conteo en las elecciones federales que ganó Salinas de Gortari y que los sectores de izquierda mexicanos afirman le robó a Cuauhtémoc Cárdenas, el verdadero triunfador en 1988, según ellos. El habilidoso político era secretario de gobernación en ese tiempo. También fue gobernador de Puebla y secretario de Educación en su época priista.

Después se pasó a la izquierda y ha caminado con López Obrador. Desde la asunción presidencial del tabasqueño, Bartlett ocupa la dirección general de la CFE, donde ha sido difícil funcionario para los inversionistas relacionados con el gas y con las energías limpias, generándose continuas críticas de sectores empresariales y productivos. En ese cargo ha sido cuestionado y acusado hasta por actos de corrupción, nepotismo y tráfico de influencias en dudosas adquisiciones inmobiliarias a nombre de terceros. 

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Pero en los últimos meses también ha sido cuestionado por una serie de apagones regionales en la península de Yucatán y en los estados del norte de la república, provocando inconformidades sociales. En el caso del sureste, la explicación oficial estuvo asociada a la quema de pastizales y en el norte de México a la falta de suministro de gas y a las intensas nevadas invernales.

Debido a esos apagones (con 26 estados afectados, incluido Veracruz), han surgido inquietudes asociadas al cercano día de las votaciones, la elección intermedia que toda la sociedad y las instituciones deben cuidar y vigilar en apoyo a la preservación de la democracia en este país. Por esa razón es oportuno hacer algunas interrogantes.

Acaso la estabilidad del país podría soportar apagones ese día, o los anteriores o posteriores, donde hay preparativos o conteos o reuniones de las instancias electorales. Todo mundo entiende que si en esa semana suceden apagones o caídas de electricidad, el hecho en sí provocaría muchas suspicacias y sospechosismos.

Y salen otras preguntas. Acaso aguantaría el país una semana en oscuridad selectiva o por regiones, con su dosis de inseguridad en caminos y calles, que naturalmente desalentaría la presencia de votantes y operadores políticos de la oposición.

Tolerarían las fuerzas democráticas nacionales, alguna intención del presidente, de que en caso de que fallen los sistemas operativos, y como ha acostumbrado últimamente, deban entrar las fuerzas militares a atender y resolver las problemáticas que pudieran presentarse. 

Acaso los representantes de los partidos políticos, los votantes, los operadores y funcionarios ciudadanos u oficiales, relacionados con la elección, se atreverían a decirles a los militares habilitados en la elección, que las cosas no se hacen bien, si eso ocurriera.

Solo pensemos en esas posibilidades -casualidades o causalidades- y junte usted a un experto en caídas de sistema que a la vez resultó extraordinario generador de apagones e insuficiencia eléctrica, convertido en el mayor siervo de la nación al servicio de AMLO y su 4T.

Escenarios preocupantes estos, mientras el presidente de la república no atienda y ponga orden en la CFE, cuya debacle solo la explica un culposo pacto entre Manueles.

Los mexicanos debemos estar pendientes de las posibles ofensivas para contener el voto libre ese día y para que a la democracia no le ocurra lo que bien describe esa canción: “Me quedé muy quietecita en aquella terrible oscuridad, y una mano ligerita me palpó con confianza y libertad”. 

Música festiva para explicarlo, es cierto, pero que la posible relajación e irresponsabilidad pueden convertir en dolorosa lamentación nacional. 

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