José Antonio Flores Vargas

Eran los primeros días del siglo XXI y de este milenio en Veracruz, cuando el ex gobernador Miguel Alemán Velasco buscaba los medios para impulsar al estado a una era de modernidad y progreso.

Cuentan que en su oficina, acompañado de Porfirio Serrano Amador, su secretario de desarrollo regional, revisaba la propuesta para construir en Coatzacoalcos un túnel que comunicara esa ciudad con la congregación Allende, ubicada al otro lado del río.

Después de analizar los costos de hacer un puente sobre esa vía pluvial, el ejecutivo estatal se decantó por construir un túnel por debajo del río. De llegar a cristalizarse, sería el primer túnel sumergido en Latinoamérica, y uno de los más avanzados del mundo, similar a los que existen en el norte de Europa.

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En ese tiempo, nadie imaginó que al aprobarse el proyecto de esa inacabable obra, como si fuera un mal augurio, se anunciaban varios problemas en Coatzacoalcos y en el estado, que se presentarían en diversas vertientes.

A la población de Coatzacoalcos, le anunciaban que iban a pasar por dos túneles: el primero, el túnel sumergido que se está construyendo a paso de tortuga y costos que cambian a paso de gacela (de 1,784 millones de pesos pasó a más de 5,500, este año). El segundo, de características aterradoras, el túnel de la inseguridad pública, lo peor que ha vivido esa ciudad en su historia, y que quién sabe cuándo acabe.

La otra vertiente, la estatal, la que afecta a más veracruzanos, y que también golpea a Coatzacoalcos, es el túnel de la pobreza y la marginación. Un pesado túnel que está hundiendo a Veracruz a lo largo y ancho del estado, y que afecta a cerca del 60 por ciento de la población total, como han informado el INEGI y el CONEVAL.

Y todo indica que el túnel de la pobreza va a hacerse interminable en Veracruz. Conforme a los datos de la SHCP, el gobierno estatal va a terminar el año con una deuda bancaria superior a los 45 mil millones de pesos.

Pero el problema es muy superior. Hace unos días, investigadores de la Universidad Veracruzana, señalaron que la deuda total del gobierno, incluyendo la de la banca, la de los contratistas y proveedores y otras menudencias, asciende a más de 170 mil millones de pesos.

El primer efecto, es que estos elevados pasivos económicos, van a mantener pasivos a los funcionarios de gobierno durante muchos años, como ya vienen mostrando desde hace varios meses. Tristemente, su inacción nos comprueba que no hay, ni habrá recursos para programas, obras y acciones de gobierno, así sean para la lucha contra la pobreza.

Pero en el escenario local, hay otros túneles. Uno que hiede, que es la cañería por la que les gusta moverse y tratan de escapar, algunos roedores de dos patas, que medran en el gobierno.

Otro más, el túnel que conduce el ensordecedor ruido causado por la lucha cuerpo a cuerpo que enfrentan los gobernadores, el saliente y el entrante, que por abuso en el griterío, han cansado a la sociedad veracruzana.

 

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