José Antonio Flores Vargas

Para los gobernadores de los doce estados donde sucederán elecciones el próximo 5 de junio, el de ayer fue su ultimo domingo en la plenitud del poder. Por ello, es muy probable que hayan vivido un día significativo, en donde quizá un instante, o un buen rato, hicieron un momento de reflexión autocomplaciente, sobre sus obras como gobernantes.

En la soledad del poder, inmortalizaron cada uno de los aciertos y desaciertos que tuvieron durante su gestión. La gran mayoría, convencidos de que fueron verdaderos gobernantes, estadistas, salvadores de sus estados, y no sólo anécdotas para guardar en la historia de cada pueblo.

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En el imaginario del tema, los aún gobernadores recordaron los días en que todo era ir hacia adelante, en los discursos dormilones y para ingenuos, en los mecanismos que utilizaron para extraer los recursos, los cuales fueron bien aprovechados por las dos o tres brillantes cabecillas del espectáculo, que siempre rodean al del poder.

Cada gobernador debió recapitular cuando en estados de ensueño, la inseguridad y el dominio de los del crimen organizado azotaron sus territorios. Y que ante ellos, tuvieron que minimizar los hechos, refiriéndolos como robos menores, de caramelo, porque todo estaba bajo control.

Sin duda, deben haber evocado los rocambolescos juegos para pasar el dinero a través de las maletas aéreas, diseñadas desde algún rincón de la Patagonia, hasta su transmutación en propiedades del otro lado y hasta el infinito y más allá.

Por ser domingo, la mayoría de los gobernantes, habrán estado con su mejor sonrisa bonachona, con la pijama y las pantuflas puestas, recordando cuando reprimieron marchas, manifestaciones, y cómo el dedo del poder determinó reprimirlas, aunque las gentes tuvieran un rostro generoso y legitimo.

Sabedores que su carrera política quedará truncada por lo sensibles que fueron en sus gestiones, se habrán felicitado por ser grandes previsores en su patrimonio, y haber guardando una jubilosa pensión para ellos y sus ahora “afortunadas” familias.

En voz baja y apretando los dientes, habrán maldecido al estúpido y cretino colaborador que alguna vez les quiso enmendar la plana y al que merecidamente mandaron a la congeladora sexenal.

Como un bello canto de sirena, disfrutaron recordando las veleidosas palabras de sus mayores inversionistas, al momento de informarles sus crecientes utilidades.

Con sonrisa descompuesta y previa lavada de manos –después de ir al inodoro-, seguramente se persignaron en recuerdo de los periodistas extraviados y reprimidos en su propio camino, y a los jóvenes que se fueron con malas compañías. Merecido castigo por haberse portado mal.

Desde luego, en el paroxismo del placer, habrán evocado el enriquecedor ejemplo de sus héroes y caudillos adorados, con todo y los malos gustos a los que orillan las dictaduras.

Al final del viaje extenuante por tanto recuerdo perturbador, confundidos como tantas veces, quizá hayan pensado en voz alta su descubrimiento de que lo realizado terminó en un triste domingo siete.

Y en ese instante de ensueño, alguien muy cercano a ellos les dijo al oído: ¡A qué domingo siete te refieres. La elección es el domingo cinco! ¡Que no te traicione el inconsciente!.

 

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