Los comportamientos políticos de AMLO en pos del triunfo en la elección federal del domingo 2 de junio de 2024, indican solamente que el presidente vive vigilando celosamente la transición y procurando una victoria total en esos comicios, que desde hace años se afirma que serán los más importantes de la historia.
En esa tarea de seguimiento meticuloso, el tabasqueño no se enreda ni se distrae con los numerosos problemas de la población mexicana, que su administración prefiere evadir. Por ejemplo, durante los días previos habló sobre cambiarle el nombre al Mar de Cortés, además de sus peculiares preocupaciones sobre Badiraguato, Sinaloa, la tierra de El Chapo Guzmán.
Y con todos los medios posibles, continúa tratando de que la sociedad nacional minimice la tragedia y los números reales de Acapulco, después del terrible impacto del huracán Otis.
En el tema político, el fin de semana desde Oaxaca, el exgobernador Murat definió su salida del PRI, seguramente porque “ya no se halla” a gusto ahí. Y recordemos que López Obrador se la ha pasado alabándolo y intentando hasta homenajes en su favor por lo bien portado, sin olvidar las embajadas en el extranjero que ahora se otorgan como si fuesen presidencias de Clubes de Leones o instancias así.
La realidad es que en este momento, y siguiendo su obsesivo estilo de mando autoritario, el también guía absoluto del morenismo que cuenta con poderosa cartera presupuestal, está comprando a diestra y siniestra voluntades y “lealtades”, cuando menos hasta finales de su preocupante junio venidero.
Debe aceptarse que hasta ahora cuenta con una disciplinada masa electoral compuesta por cientos de miles de trabajadores en los tres órdenes de gobierno, en primer término. En segundo, cuenta con millones de adeptos que son beneficiarios de sus programas sociales clientelares. Y en tercer lugar, cuenta con varios miles de actores políticos de otros partidos políticos, que ya tienen puesta su camiseta de manera descarada e inmoral.
Por último, y como el caso de gentes del tipo Murat, ahora confeso, cuenta con un oscuro grupo de políticos de todos los partidos opositores, que reciben prebendas y beneficios, pero que operan y operarán como alineados de clóset, debido a que les carcome alguna comezón moral. O siguen embozados por estrategia desde palacio.
De estos alineados de clóset, en los meses siguientes, AMLO irá obligándolos a quitarse las máscaras para desanimar o descuadrar a la oposición, o si no, les presionará para que continúen saboteando cualquier esfuerzo opositor en estos menos de 200 días que faltan para acudir a las urnas.
Ya se verá de qué tamaño es la auténtica oposición nacional, y más que nada, con cuántas fuerzas acude ese “Día D” a las casillas, como lo auguran, a hacer valer los votos que manden al obradorismo al célebre rancho de La Chingada.