José Antonio Flores Vargas

Dar una puñalada por la espalda es un acto de cobardía y un absurdo organizado por cualquier ser humano. En la antigua Roma, los empleadores tenían su circo para castigar y eliminar a sus victimas. “Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa”, sentenció alguna vez Ortega y Gasset. En no pocas ocasiones, así llega la muerte.

Desde hace algunos meses, los servidores públicos del gobierno de Veracruz, han sufrido varias puñaladas por la espalda. Han sido víctimas de despidos injustificados o descuentos armados como en el circo romano y, desde luego, saben que algo pasa, pero no saben qué pasa. Ante esta clase de ruindades, es posible que el trabajador se sienta el eslabón perdido en la administración pública o la carne de cañón para lo que se ofrezca.

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Y pareciera que no son elementos importantes. En activo, los corren o les bajan el sueldo. Cuando son jubilados, no les pagan sus pensiones, lo que da a pensar que esos fondos son los que menos cuida el gobierno. Las instituciones públicas no están salvaguardando los derechos de los trabajadores. Los jefes exterminan a los eficientes para incluir en la nómina a sus novios, novias, amantes, familia y recomendados.

La administración pública de Veracruz ha realizado varios ajustes presupuestales, en los que los empleados públicos sufren descuentos a su compensación o en algún pago extra que haya sido merecidamente ganado. Son beneficios que suelen desaparecer de un plumazo. A quienes padecen esta situación, se les puede decir ganadores, pero los que son echados a la calle, tendrán que entablar negociaciones o juicios tortuosos para hacer valer sus derechos.

Por lo general, salvo grandes excepciones, detrás de un despido viene la tarea de incluir en la nómina a ineptos y corruptos. Casos sobran para enumerar. Si lo miramos bien, este irresponsable accionar es muy peligroso, si consideramos que en Xalapa, la economía gira alrededor de dos principales industrias: la burocrática y la del pupilo. En el primer caso existe dependencia absoluta del Estado, mientras que en el segundo, miles de estudiantes foráneos se refugian en hogares donde les proveen de techo y alimento, a cambio de un pago mínimo.

Las políticas públicas que se han implementado en los tres órdenes de gobierno, tienen en lumbres a miles de trabajadores estatales y municipales. El reclamo no puede ser abierto por el temor a sufrir la pesadilla de ser despedidos, pero lo que sí dicen los funcionarios del estado, es que en las próximas elecciones agradecerán el trato a los políticos de su preferencia. Reciprocidad pura y dura, nada más.

El circo que montan los políticos para representar que no pasa nada, y que todo va miel sobre hojuelas, no engrana con el sentir ciudadano: “Veracruz se hunde en la miseria, necesita otro cirujano”.

En cualquier punto donde se fije la mirada, se descubren las maneras para meter mano al erario, se identifica a los políticos envueltos en algún escándalo de cazuela o a algún candidato que exhibe públicamente el impudor de sus dudas.

Todavía quedan los jóvenes airados y su imaginación extensa. La burocracia espera el momento de salir a votar. Es entonces cuando sabremos lo que nos pasa y a quién le dieron la puñalada por la espalda para matarlo.

 

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