Los terribles acontecimientos que se han presentado en Veracruz en los últimos meses han ocasionado un gran daño a la entidad jarocha. La delincuencia y la inseguridad transitan a lo largo y ancho del territorio, poniendo en evidencia a las autoridades de los tres órdenes de gobierno, aunque los más cercanos son los que se llevan la peor parte. Debido a su evidente incapacidad para contener al crimen organizado, el gobierno estatal y los municipios son los primeros en ser reprobados por la sociedad.

El crimen camina feroz por todos lados, de norte a sur y de este a oeste, día y noche. Desde el Río Pánuco hasta el Tancochapa y el Tonalá, en la frontera sur, y de la sierra a la costa. Pánuco, Coatzacoalcos, Córdoba, Fortín, Poza Rica, Acayucan, Las Choapas, Veracruz, Boca del Río y muchos otros municipios. También Xalapa ha sido visitado por la muerte que se manifiesta en las más atroces maneras. 10 personas asesinadas el sábado anterior en zonas no lejanas del centro, reflejan el negro panorama que se vive en la misma capital del estado. Para los xalapeños, enero ha sido un mes de terror.

Pero también ha sido un mes de insensibilidad, donde malos líderes han mezclado soezmente el dolor con la política electoral. Donde los que perdieron la vida, quedaron como simple estadística o como supuestos delincuentes, a decir de algunas autoridades. Y también ha sido un mes en que muchos de los altos funcionarios se han quedado pasmados, al igual que los ciudadanos que integran la sociedad indefensa.

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No ha habido una voz que tranquilice de verdad. Una voz que encuentre respuestas apropiadas, que no sean las de pedir al ejército o a los marinos, o a los federales, que por favor lleguen a Xalapa, porque se está cayendo todo. La ciudad, las autoridades, la sociedad, y la confianza, por supuesto. Igual pasa en los municipios más importantes.

Y es que estamos en tiempos en que lo más peligroso no parece ser el asedio del crimen. No, lo más peligroso para algunos que hablan de timing, de gobernabilidad y de mercadotecnia política, es que dentro de la acrecentada desconfianza a las autoridades y a los políticos, estos puedan perder la pobre aceptación que todavía conservan de la gente. Y tan cerca la elección en julio.

Entonces vemos el pasmo, el congelamiento, la parálisis de los que pueden tomar decisiones y tratar de acercar a los afectados aunque sea paliativos, expresiones de tranquilidad y peticiones de que no cunda el pánico.

Tristemente, enero será un mes difícil de olvidar, quien sabe por cuánto tiempo, para los veracruzanos que ven caer víctimas por racimo. Un mes de terror en la capital de Veracruz y en otras ciudades y pueblos. Un mes de exceso de insensibilidad y pasmo de autoridades y dirigentes. Y de candidatos con poco discurso convincente y esperanzador.

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