Mala suerte ha tenido en Veracruz la pomposa Fiscalía General del Estado, una institución creada para investigar los delitos y poder llevar a prisión a los acusados por cometer crímenes contra la sociedad. Primero en la época de Javier Duarte; ahora, en este gobierno del cambio y del rescate que no se ven.

Hasta el 30 de noviembre anterior, la sociedad y los medios de comunicación nos habíamos pasado un buen rato hablando de las peripecias del payaso fisculín, aquel que se ostentó como el primer fiscal de Veracruz, y a quien le regalaron primero un helicóptero enlodado y más tarde una cortés invitación para retirarse del cargo.

Ya en esta administración de gobierno, a partir de diciembre iniciamos la etapa en que un habilitado e inexperto fiscal insiste en recordarnos a Cepillín, el payaso de los niños, originario de Monterrey, desde donde acaba de abandonar la cárcel el ex gobernador neoleonés Rodrigo Medina, a causa de tremendas fallas jurídicas.

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Por lo que está ocurriendo en Veracruz, los términos fiscalía y anomalía parecieran ir de la mano. Lo dijeron primero las valientes señoras de los colectivos, que por buscar restos de desaparecidos en el puerto, encontraron una entretenedora medalla Ruiz Cortines.

También lo hacen pensar las aseveraciones de diversos abogados porteños, en el sentido de que Jorge Winckler Ortíz, aunque es brillante para muchas cosas, no tiene las tablas necesarias para ese puesto, otorgado a la manera imperial.

O los comentarios de la ciudadanía sobre el cuestionado nombramiento de un novel fiscal para búsquedas de desaparecidos, igual de inexperto que su jefe el Fiscal titular.

Pero más que nada, la desconfianza a la forma en que se conduce la Fiscalía, se acrecienta con las palabras puras y duras del doctor José Narro Robles, ex Rector de la UNAM y hoy Secretario de Salud federal. Una autoridad moral y del conocimiento, que hasta este día insiste en que no tiene pruebas fehacientes y comprometedoras sobre los medicamentos falsos contra el cáncer en Veracruz.

Para terminar el tema, ayer lo dijo con claridad el abogado Tomás Mundo, al señalar que la salida de Leonel Bustos de la cárcel –donde había sido recluido hace pocos días–, se debió a desconocimiento e inexperiencia legal del nuevo fiscal.

Lo anterior sugiere que debe hacerse algo para dar credibilidad a esa instancia procuradora de justicia.

De no hacerlo, se puede pensar que los casos publicitados sobre denuncias y el manejo irregular de los asuntos de la Fiscalía General del Estado, son aspectos que forman parte de un circo para el entretenimiento de los veracruzanos, para que estos se olviden de promesas de castigo a los culpables y de promesas de resultados de gobierno.

Por qué no buscar a alguien con prestigio que reúna las condiciones apropiadas para ocupar esa compleja posición y que inicie de una buena vez los verdaderos procesos legales que lleven a los culpables a los reclusorios.

O acaso la Fiscalía que tenemos, es así, porque así se necesita. Que carezca de seriedad y que no represente ningún riesgo para quienes defraudaron la confianza de la sociedad, dando a entender que ya hubo negociaciones para olvidar todo.

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