La derrota de Miguel Ángel Yunes Márquez como candidato a la gubernatura de Veracruz no empezó a las ocho de la mañana del domingo pasado. Inició desde meses atrás, y se debió a sobradas actitudes personales de él, a errores imperdonables de su padre, el gobernador, y sobre todo, a inoperancias, a pifias y a traiciones de muchos de los que se sirvieron del poder que les compartió desde hace más de dos años Miguel Ángel Yunes Linares.

Con una simple revisión de las votaciones de ese día en cada una de las casillas de los distritos electorales, el conocedor del tema político, como lo es Yunes Linares, podrá comprobar con exactitud, quiénes de sus colaboradores o líderes compañeros de proyecto sucesorio, cayeron en esas simulaciones o inacciones, errores garrafales o monumentales traiciones.

Dentro de las actitudes mal vistas en que incurrió el candidato del PAN, estuvieron sus muestras de soberbia, de altanería y el hecho de sentirse o de pavonearse como un verdadero mirrey azul. Y esa fórmula perdedora, fue repetida por la mayoría de sus acompañantes del primer y segundo círculo.

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Pero su progenitor no era menos en este apartado de los despropósitos. Empezando por su conocida personalidad “avasalladora” y portentosa, que no admite réplica o cuestionamiento. Para Yunes Linares, todo se reduce a dos cosas: su palabra, o su palabra. No hay más. Muestras las ha dado en cientos de ocasiones, incluso ya siendo gobernador al servicio de los veracruzanos.

El siguiente error de características gigantescas, fue el de haber despedido a 12 mil empleados que trabajaban en la burocracia. No les valió a estos desprotegidos oficinistas, el haber votado por él, o el hecho de ser adultos mayores próximos a jubilarse, o madres solteras o empleados con muchos años de servicio. En varias dependencias, incluso les mandaron sendas tarjetas de Navidad, antes de correrlos el 2 de enero de 2017. Imaginemos el pensamiento de los amigos, familiares y vecinos de estos humildes desempleados. Por ningún motivo, iban a votar por el hijo de quien les quitó el empleo inmisericordemente.

Un error más, fue el de entregar poca obra pública y generar apoyos sociales con claros tintes electoreros, que suelen molestar a la gente.

Otro error fue el de haber concentrado la contratación de obra o prestación de servicios gubernamentales con una seleccionada lista de contratistas o proveedores, o neo empresarios o empresas llegadas de otros estados. Cuántos veracruzanos se vieron afectados con esta centralización y acaparamiento de recursos públicos que beneficiaron a unos cuantos.

Otro error fue el haber designado a ineptos y cuestionados como el secretario de gobierno Rogelio Franco, a quien habría que preguntarle, cuántos votos generó a la causa azul en los distritos electorales donde dice tener liderazgo. Aunque con este personaje, cabría preguntarse si la falta de votos obedeció a su conocida costumbre de traicionar y manipular.

Debieran preguntar qué es lo que lograron para Yunes Márquez en sus cacicazgos tuxtlecos, la señora Copete Zapot y el líder moral Arturo Hervis. Como antes hicieron, seguramente acapararon una buena dote de proyectos productivos para el crecimiento familiar.

Y si hablamos de traiciones inolvidables, cómo catalogar las inoperancias manifiestas de gentes que presumieron haber obtenido perdones a cambio de apoyo político. Dónde quedaron los votos que iban a conseguir, que de acuerdo a las murmuraciones iban a conseguir, Vicente Benítez, Jorge Carvallo o Erick Lagos, en el sur del estado. O los del heredero Gabriel Deantes, experto operador billetero de barriadas y colonias del estado. Y qué hizo Juan Manuel del Castillo en Córdoba.

Dónde quedó el súper control del distrito de Pánuco, que presumían tener los García. Que expliquen por qué ganó el diputado local y no ganó Yunes Márquez. Dónde quedaron los miles de votos a conseguir por los Manterola en la zona de Martínez de la Torre. A dónde fueron los sufragios por costales que “había comprado” Pepe Mancha en la región de Tuxpan; en qué utilizó las ganancias de los más de 300 millones de obra y servicios contratados a sus grupos empresariales y no 70 millones como manejan los “enterados”. Cuánto de ello se bailó el sobresaliente diputado Sergio Hernández, en lugar de ponerlo a trabajar en los votos de las colonias de Xalapa.

Porqué Julen Rementería no metió el acelerador y el rollo constructor a fondo, y porqué lo imitó Indira Rosales con todo ese teatro de alcaldes “quitados a Morena”. Mejor que se lo aclaren a Miguel.

Amargura, rencor y frustración deben haber envuelto a la casa del estero en estas horas de descubrimientos nefastos. La realidad es que los únicos azules que perdieron fueron los Yunes de El Estero.

Porque en ese equipo de succionadores vestidos de azul, amarillo y naranja que se rodearon, aparecieron los verdaderos ganones que ya hicieron abultadas maletas y están listos para volar a escenarios más promisorios.

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