José Antonio Flores Vargas

Evocar Veracruz en estos tiempos, es pensar en un pueblo desanimado, en un estado fallido, en una administración quebrada, en un gobernante corrupto que salió huyendo, y sobre todo, en una ingente deuda imposible de creer.

Una deuda que fluctúa entre la cifra nueva de 87 mil millones de pesos, que acaba de dar el secretario Antonio Gómez Pelegrín en cadena nacional, y la cifra más alta que han soltado analistas políticos y expertos en finanzas, que alcanza los 182 mil millones de pesos.

Y de manera inmediata vienen las preguntas. Quién causó esta barbaridad. La respuesta viene acompañada de la figura prominente de Javier Duarte, un gobernante que tuvo que pedir licencia para separarse del cargo, faltando menos de 50 días para concluir su sexenio. Y vienen junto a él, los colaboradores que lo acompañaron gustosamente en el saqueo de los recursos públicos.

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El jefe y sus segundos, que cuentan con abultadas denuncias ante la PGR. También, los que aún no llegan a esa instancia, pero están vistiendo las páginas diarias de los medios de comunicación o el comentario de la opinión pública, señalados también como ladrones de cuello blanco, como omisos o como ineptos, cuando menos.

Por qué lo hicieron, es la pregunta siguiente. Porque son o eran a imagen y semejanza de quien los invitó, dirán algunos. O porque no tenían el perfil, dirán los más generosos. O como dijo un ex funcionario del estado: “no sé por qué lo hicieron, pero lo que sí puedo afirmar, es que cuando empezó la administración, alrededor del 60 por ciento de los funcionarios no tenía cédula profesional que acreditara sus estudios universitarios”.

Se supo que había una gran cantidad de funcionarios sin acreditación profesional, entre ellos algunos subsecretarios, directores generales, directores de área, subdirectores, jefes de departamento, coordinadores, supervisores, y hasta contralores internos. Quizá ese hecho explique mucho de la debacle administrativa y financiera del gobierno saliente.

En esos tiempos iniciales, llegó a trascender que a excepción de los secretarios, la mayor parte de los otros cargos importantes, estaban ocupados por gente sin título profesional. Se decía que había muchos funcionarios sin experiencia y varias funcionarias que sólo paseaban sus “finuras”, como dijo un magistrado recién renunciado y publicitado en todo el país.

Ante esos resultados tan negativos para Veracruz, es necesario que el gobierno entrante y la sociedad, estén pendientes de llevar a la nueva administración pública, a los mejores perfiles que tenga el equipo del licenciado Miguel Ángel Yunes Linares, y no haya colados con títulos fantasma o cédulas clonadas, de los que se compran en tres mil pesos, en la famosa universidad de Santo Domingo, en el centro histórico de la Ciudad de México.

Porque es una realidad, que quien no tiene título profesional, y para no sentirse disminuido, será proclive a invitar como colaboradores a otros que tampoco tienen documentos en regla.

Los artículos 7 y 10 de la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, establecen la obligatoriedad de contar con título profesional, para aquellos que sean titulares de dependencias y entidades y para todos los que administren recursos públicos.

Para fortuna de la población interesada, en menos de 30 segundos se puede verificar la existencia de cédula profesional de cualquier persona, sólo contando con su nombre completo, en el sitio web www.cedulaprofesional.sep.gob.mx .

Ojalá y el gobernador electo tome cartas en el asunto y no empiece mal, una gestión precedida de otra, en la que cundió el desorden y la irresponsabilidad. El licenciado Miguel Ángel Yunes Linares fue un estudiante con trayectoria excepcional en la Universidad Veracruzana, cuyo paso por la máxima Casa de Estudios, ha sido destacado en muchos lugares.

La sociedad veracruzana y los jóvenes egresados que requieren estímulos para crecer y desarrollarse, estarán de plácemes si se reconoce a aquellos que han cumplido a cabalidad con los requisitos para acceder a la función pública.

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