Nadie imaginó que la llegada de Miguel Ángel Yunes Linares a la gubernatura, sería motivo del exagerado despido de trabajadores del estado, que están informando diariamente los medios de comunicación y las redes sociales.

Como ocurría en otras transiciones de gobierno, todo mundo pensó que los cambios ordenados por el gobernador incluirían sólo a los aviadores de siempre, a los inútiles amigos y amigas de los jefes salientes y a los servidores públicos que ocuparon puestos con alguna responsabilidad, desde jefes de departamento para arriba.

Se creía que con esa cuota, la de toda la vida, quedarían satisfechos los nuevos jefes del gabinete, que, a su decir, llegan impolutos.

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Pero no fue así. En las oficinas, en las calles y en los lugares de reunión, se dice que en esta ocasión, no es propiamente un tiempo de renuncias y nombramientos de personas, a la manera tradicional.

No, lo que ahora está sucediendo desde el primero de diciembre de 2016, recuerda lo que ocurre en las limpiezas étnicas que se estilan en las guerras. Lo de ahora en Veracruz, parece una estrategia de limpieza política, motivada con el pretexto de la existencia de aviadores, que quizá pudiera justificarse en algunas áreas, bien conocidas por todos.

Y no se vale que el exceso de personal que ha existido desde hace varios sexenios, en diversos grados, se quiera disfrazar con el cuento de que esos empleados ahora son aviadores. Tampoco se vale tratar de desconocer los derechos laborales de esa gente, que sí tiene pruebas de que asistió a las oficinas a trabajar.

Los recursos utilizados para “dar por terminadas” las relaciones laborales con ellos, son diversos en sus explicaciones: por ser aviadores; por reingeniería administrativa; por falta de presupuesto; por ser de otro equipo; por no tener ninguna función, etc.

Lo que en realidad están haciendo en varias dependencias, es una inhumana y vil corredera de gente, a la que no se le da la oportunidad de defenderse; trabajadores que se van sin evaluación de sus resultados, sin análisis de su perfil, y únicamente con el gastado argumento de que forman parte del “enorme grupo de aviadores” y del exceso de personal.

Lo más lamentable de todo, es que esta gente se va a la calle en un momento de terrible crisis nacional, que se incrementará este 2017 con los aumentos de las gasolinas y de todos los demás precios que está llegando en cascada. Personas recién despedidas, que se suman a la gente que sólo tiene un trabajo informal y vulnerable y a los desempleados de siempre. Personas con familia, que los nuevos tiempos políticos están empujando a la pobreza extrema.

En este desorden “para poner orden”, hay algo que el gobierno de Yunes Linares no toma en cuenta. Aquellos que se van con motivo del exceso de “corrección administrativa” de los nuevos jefes, y que serán miles de desempleados, cobrarán la primera factura dentro de seis meses exactos, en las próximas elecciones para alcaldes. La segunda factura, que es la más deseada por ellos, será un año después, durante la elección para gobernador en 2018.

Hasta ahora nadie del nuevo equipo gobernante, parece darse cuenta de que están corriendo de prisa. En la jauja y en la rapiña por las posiciones, ignoran que la prisa nunca ha sido elegante y no siempre sirve. Tampoco perciben que están corriendo de más, y que si siguen así, el inmenso número de trabajadores despedidos, correrán hacia otros horizontes, desde luego, no al azul, ni al amarillo.

Y puede suceder algo inusitado, como lo fue la llegada del panismo a la gubernatura. Que la burocracia lastimada, junto a sus familias y conocidos, vayan corriendo a los terrenos de MORENA, cuyos números van al alza. Sólo faltan seis meses para concretar el vaticinio de que los señores del yunismo están corriendo hacia la nada. Están corriendo en contra.

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