Los últimos días han sido los más difíciles que ha tenido Miguel Ángel Yunes Linares en sus casi siete meses de gestión como gobernador de Veracruz. Conforme transcurrían las horas, además de las repetidas amenazas a su secretario de seguridad pública, se iban acrecentando los problemas de inseguridad en prácticamente todo el territorio estatal.

Entre el viernes y el sábado pasado se sumaron los últimos casos de violencia y muerte en las ciudades de Córdoba, Coatzacoalcos y Cardel. Mujeres que trataban de impedir el robo de un vehículo, niños que convivían con sus padres dentro de su casa y elementos de la policía federal comiendo en un restaurante, fueron asesinados brutalmente por la delincuencia organizada, llenando de incredulidad y espanto a la población.

Como suele hacerlo el ejecutivo estatal, desde que sucedieron esos graves hechos, humanamente trató de hacer frente a la situación, con los elementos que a él agradan: el valor discursivo, el protagonismo y el Facebook y otras redes sociales.

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Y aquí aparece el primer gran descubrimiento. Lo ocurrido durante la semana, sirve para demostrarnos que el gobernador no es Superman, el admirado héroe de la kriptonita, que todavía asombra a los infantes. Tampoco es el Llanero Solitario, aquel que buscaba hacer justicia en el viejo oeste norteamericano.

No, Miguel Ángel Yunes Linares, es el jefe de un gabinete de altos colaboradores que deben servir a los veracruzanos, establecido en las leyes, que tienen una función sustantiva, que cobran un sueldo y que ejercen presupuestos con cargo al erario. Para ayudarlo en la función de gobernar, que es su responsabilidad personalísima.

Personas que tienen una obligación, y que, quizá por decisión de su jefe, el gobernador que los invitó, hasta ahora han dado muy poco la cara y han presentado ínfimos resultados a la sociedad.

Ni siquiera la presión social por el negro fin de semana pasado, logró moverlos de sus escondrijos. Ni uno solo, se atrevió a tirarle un pial a su jefe para ayudarlo.

Dónde está “el yo no fui” Rogelio Franco, el pomposo secretario de gobierno. Qué acciones han tomado en finanzas respecto a la deuda con la Universidad Veracruzana, la de los veracruzanos con los bancos, y porqué no se transparenta el ejercicio presupuestal. Qué ha hecho la secretaría de educación para reducir el alto porcentaje de analfabetismo y cuál ha sido la suerte de los miles de aviadores. Cuáles son las políticas laborales que ha implementado la secretaría del trabajo. Cuántas empresas se han venido a instalar este año a Veracruz. Quién nos puede decir algo de Júlen, el aspirante a senador. Dónde andan las despensas y el desarrollo social de Indira.

Qué sabemos de la secretaria de medio ambiente y el disimulado caso de Tembladeras en Veracruz, que pian pianito sigue su oscura marcha. Cómo va la producción agropecuaria. El secretario de salud, qué indicadores ha mejorado, que no sean poblanos. Qué sabemos del titular de Turismo ¡¿y cultura?!. Cuáles medidas de prevención aplicará, en la próxima temporada de lluvias y  ciclones, protección civil. Qué avance tiene el sistema estatal anticorrupción. A quién comunica o qué difunde el responsable de Comunicación Social.

Qué estarán preparando de informe en la Oficina de Programa de Gobierno. Del de seguridad pública, ya sabemos cómo anda. Y así por el estilo, podríamos repasar toda la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, para preguntarnos qué están haciendo los secretarios de despacho, ahí contemplados, y que aún con la tremenda crisis financiera, pagamos con nuestros impuestos.

Todos ellos, seguro saben de qué tamaño es la nada. Es grande, chica, se ve o a qué huele; podrían decírnoslo. Porque de ellos y de sus magros resultados, nada saben los veracruzanos. Otra cosa sería, si los funcionarios de primer nivel estuvieran informando a la población los diversos asuntos de su competencia. Con ello, llevarían la atención de la ciudadanía hacia tópicos distintos y no al único tema reiterado del gobernador Yunes Linares: la persecución de Duarte y sus excolaboradores, la añoranza de Fidel Herrera y la fallida estrategia contra la delincuencia organizada, reconocida por él mismo.

Acaso, temen les ocurra lo que sucedió a la mujer de Lot, el mítico patriarca de La Biblia. Quizá convenencieramente, siguiendo la indicación superior, prefieren caminar sin ver el desastre, para no convertirse en estatuas de sal.

Lo que se percibe en Veracruz es que nos cuestan caro y que su inacción ha terminado por salar este efímero bienio.

Pero, como dijo aquel: ¡que nadie se mueva!

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