Su primo Alberto Silva lo trajo a Xalapa en los tiempos en que Fidel Herrera vivía la “plenitud del poder”. Cuando arribó a la capital del estado, pocos sabían de sus costumbres y vicisitudes en el sur de Tamaulipas.

Desde temprano, Gabriel Deantes llegaba al embarcadero de El Humo para abordar una lancha de pasajeros y cruzar el río Pánuco. Ya en el lado tamaulipeco, en un colectivo se trasladaba a su pequeño negocio de celulares en Tampico. Todos los días debía realizar ese agobiante recorrido desde su modesta casa en Pueblo Viejo, el municipio veracruzano situado en la margen derecha de esa caudalosa vía pluvial.

En el norte de Veracruz, miles de personas estudian, trabajan y hacen vida social en la zona conurbada de Tampico-Madero, aunque por las noches deban regresar a dormir a sus domicilios en municipios cercanos como Ozuluama, Tampico Alto o el propio Pueblo Viejo. El paso del río sobre frágiles embarcaciones, es la penitencia de ida y vuelta que pagan los viajeros que viven en los límites de Veracruz y Tamaulipas.

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Desde que Alberto Silva le consiguió trabajo de asesor con Javier Duarte en la Subsecretaría de Administración y Finanzas, el contador Gabriel Deantes mostró su don de mando y sus habilidades para las transacciones comerciales. Más tarde, afinó esas cualidades en la campaña de Duarte a la diputación federal, y cuando éste llega a la gubernatura, se saca la lotería, y consigue ser nombrado Oficial Mayor de la Secretaría de Educación de Veracruz.

Sin embargo, estando en ese cargo, empiezan a darse situaciones irregulares y desencuentros con el gobernador, que provocaron un enroque entre el ex comerciante de celulares y el entonces subsecretario de Administración y Finanzas Edgar Spinoso, quien nunca tuvo empatía con Tomás Ruiz, que era titular de Sefiplan. Así, Spinoso vuelve a la oficialía mayor de la Sev y Deantes se convierte en subsecretario de finanzas.

Como nunca terminaron de cuadrar las cuentas que rendían a Javier Duarte, el despido de estos personajes fue fulminante y notificado a ocho columnas en el Diario de Xalapa. Según el propio Duarte, el cese se debió a que ambos funcionarios habían fallado a su confianza.

Pero del castigo en marzo, los susodichos pasaron a la dulce reconciliación con su jefe y amigo. Unos meses después, a Deantes lo nombra secretario del trabajo y a Spinoso, candidato a la diputación federal por Martínez de la Torre. En este último cargo, que combinó con actividades de alta política electoral, el esforzado Gabriel Deantes se hace de algunos recursos. Para esta época, la ostentación era su arma y virtud.

Esos recursos y “una millonaria herencia paterna”, le permiten a Gabriel, hacerse de importantes propiedades inmobiliarias en Xalapa, al tiempo que los medios de comunicación empiezan a desvelar oscuros manejos financieros en su entorno.

El 18 de enero de este año, antes del escándalo nacional por la denuncia del titular de la Auditoría Superior de la Federación contra el gobierno de Veracruz, Palabras Claras da la noticia del enriquecimiento de Gabriel Deantes, desvelando la lista de inmuebles adquiridos, los automóviles y las cuentas bancarias del habilidoso funcionario y ex empresario de celulares y fundas chinas.

Esta semana, luego de ser parte de una lista de funcionarios veracruzanos corruptos acusados por la sociedad, Gabriel Deantes fue imputado en las denuncias ante la Fiscalía General del Estado. Le acaban de embargar cuatro propiedades, y establecer un millón de pesos como fianza, condicionado a no poder salir del país y además, con la obligatoriedad de firmar cada quince días en el Juzgado de Pacho Nuevo, acusado de enriquecimiento inexplicable por 50 millones de pesos.

Al final, mientras atrapan al pez más gordo, a él le están aplicando la ley de hilados y tejidos, descubriéndose que resultó maldita la “herencia” que tanto presumió.

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