La mitología griega nos narra que Pandora fue la primera mujer sobre la faz de la tierra -equivalente a la Eva de La Biblia-, la cual fue formada con barro que amasaron los dioses, a encargo de su padre, el omnipotente Zeus. Fue Hermes el que, según una de las versiones de ese mito, entregó a la hermosa fémina una misteriosa ánfora que contenía entre otras cosas, una serie de males que afectarían a quien destapara indebidamente el recipiente. De ahí viene la famosa expresión “la caja de Pandora”.

La historia viene a cuento, porque en las alturas del poder político en México se están generando asombrosos cambios de dirección o extraños golpes de timón por el presidente electo, lo que hace pensar que quizá obedece a que no desea entrar a fondo en algunos de los problemas más graves, o que tampoco quiere despertar a las siete plagas para que caigan sobre la nación.

Durante tantos años de campaña para conseguir el triunfo electoral, e inclusive ya en el terso camino hacia la presidencia de la república, nunca como en este mes de noviembre, se vieron tantos cambios de jugada, de señales y hasta de discurso en Andrés Manuel López Obrador.

Los cambios observados en el virtual presidente, pueden deberse a que ya con toda la información socioeconómica, hacendaria, política, policiaca y de las verdaderas posibilidades de crecimiento del país, se hubiera dado cuenta de que muchas de sus intenciones iniciales carecían de bases firmes o de viabilidad.

Por otro lado, la incorporación que ha hecho de personajes calificados como nefastos o repudiados por la sociedad, y el hecho de haber cancelado la obra cumbre que traían el gobierno de Peña Nieto y los grandes empresarios, le condujo animadversiones y críticas que pudieran estar minando su posición y su credibilidad para proyectos futuros.

La noticia de esta semana ha sido su pronunciamiento de que no castigará a los políticos y funcionarios corruptos actuales, lo que sí hará a partir de su mandato. Esa postura de no barrer para atrás le ha ocasionado innumerables reclamos de la gente.

Y por si fuera poco esa percepción nacional, ya en el terruño veracruzano, empieza a vislumbrarse una actitud similar de no meterse a fondo con las corruptelas del pasado cercano. Ya se verá, en cuanto se defina totalmente al gabinete del gobernador Cuitláhuac García, si el equipo tiene el peso específico suficiente para encarar los retos locales, o si como se empieza a comentar en las mesas, la próxima vida jarocha se convertirá en todo un carnaval de dos o tres años. ¿Estará tan sucio el escenario y complicado el horizonte, que es mejor dedicarse a la autocomplacencia?

Si esto llegara a comprobarse, en los ámbitos federal y estatal, no quedaría más que pensar que las cosas en palacio irán despacio, porque las cosas importantes son sumamente distantes y delicadas, y es mejor dejarlas para después, o de plano, no afrontarlas.

¿Pandora y su ánfora serán tan temibles?

Publicidad