La endémica corrupción del gobierno, la fallida lucha contra las bandas del narcotráfico, la creciente criminalidad, la deficiente prestación de servicios de salud pública, el desempleo y los altos niveles de pobreza en México, son problemas que no han podido ser resueltos o atenuados por el gobierno de López Obrador, con todo y que esos temas proporcionaron abundantes banderas políticas en su larga época como candidato presidencial.

De entrada, en 2019 ya como presidente legítimo, comenzó desmantelando varios programas sociales y lo poco conseguido en el sistema de salud nacional. Después su política de “abrazos, no balazos” fue demostrando que los delincuentes no hicieron ningún caso y los crímenes siguieron presentándose como si no hubiera autoridades. Al mismo tiempo se peleó con empresarios, intelectuales, periodistas y líderes de opinión que criticaran sus procedimientos y decisiones para gobernar.

Así llegó la pandemia de coronavirus a principios de 2020. El país, mal atendido en las instancias de salud oficiales, pronto mostró las cifras de mortalidad y letalidad que nos tienen entre las naciones más afectadas. Y la crítica subió y no baja, desde hace semanas cuando rebasamos los 200 mil muertos. La vacuna se está aplicando con muchos brincos y retrasos.

Y la respuesta de López Obrador ante todo este maltrecho escenario en contra, únicamente consiste en dos cosas. Una, incrementar los apoyos económicos directos a la población adulta mayor, a los ninis y a determinados sectores productivos agropecuarios, mientras la industria está abandonada, así como el turismo y otras áreas estratégicas, con el consiguiente cierre de empresas y negocios, el empobrecimiento de varios segmentos poblacionales y la caída general del empleo.

La otra respuesta de palacio, es el uso exagerado y enfermizo de los “otros datos del presidente”—una serie de mentiritas, fácilmente echadas abajo por la penosa realidad—para culpar, explicar o justificar el actual estado de cosas negativas que no puede negar y que manchó toda posibilidad de “cuarta transformación” que vendió Andrés Manuel como el gran maná de su México, pero del México que sólo él ve, apoyado por su base morenista.

Así la cuarta transformación se convirtió en una pequeña mentira a los mexicanos. Mentirita, porque la abrumadora realidad indica el peligro de un camino con visos regresivos a épocas que jamás deben volver en esta nación.

López Obrador trata de enquistar una serie de mentiritas, y con ellas intenta gobernar, o medio dirigir al país, envuelto en complejos problemas absolutamente verídicos que no se resuelven con utopías o falacias. Ningún presupuesto se sostiene si no hay ingresos auténticos, generados por el propio territorio y su población laboral y productiva.

Por esa razón resulta clarificadora la entrevista que el portal Sin Embargo le hizo la semana pasada al diputado federal Porfirio Muñoz Ledo, un destacado político de la izquierda nacional, a quien después de muchos años de lucha con el tabasqueño, se le hace a un lado como objeto desechable, solo por mostrar congruencia y preocupación por lo que ocurre. 

Muñoz Ledo afirma que la transición democrática desembocó en una restauración autoritaria que combate el pensamiento crítico y los organismos constitucionales autónomos. Propone ir al terreno de las ideas para debatir los grandes problemas nacionales y determinar hacia dónde va el régimen político de la República. Observa que hay una política centralista en un gobierno que no es de izquierda, lo que indica que el presidente quiere acumular poder y que todavía no se sabe para qué.

Asegura que el ataque a los organismos autónomos tiene que ver con el despilfarro de recursos que están bajo investigación. Dice que cada vez que el presidente dice “yo tengo otros datos”, está desafiando los datos del INEGI. Considera que el mandatario va a ganar la elección intermedia y que la política polarizante ya no sirve al país. Dice que AMLO ha ganado dos elecciones polarizando, pero que “ya no tendrá ninguna elección más”.  

Una reflexión profunda y severa, como quizá la están haciendo en estos momentos muchos electores, previo a la jornada comicial del 6 de junio próximo. Porque los crueles hechos de la realidad están desbaratando las perversas mentiras de López Obrador.

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