Algunos pensaron que el sábado pasado el estado de México vivió uno de los días más luminosos de su historia. El presidente de la república acudió a una reunión con grupos originarios de esa entidad y estados vecinos y quizá impulsado por la eterna esperanza que generosamente suelen mostrar esas poblaciones marginadas, se atrevió a soltar las dos grandes perlas del día.

Dijo que en catorce meses que lleva gobernando puede asegurar que “se acabó el bandidaje oficial” y que gracias a ello acabará la corrupción en el gobierno. La segunda exaltación fue en Atlacomulco, después del clásico abucheo morenista que le cayó al mandatario mexiquense, cuando dijo que el gobernador Del Mazo ha cumplido al cien.

En Veracruz no ha habido tal suerte discursiva. Acá López Obrador no ha decretado el término del bandidaje, tampoco ha podido afirmar que el gobernador Cuitláhuac ha cumplido al cien, o siquiera al cincuenta por ciento.

Por el contrario, aquí Andrés Manuel no observa lo que sucede en contra de la sociedad. Muchos de los funcionarios cuitlahuistas del primero, segundo y tercer nivel, se mueven y actúan sin la eficacia, pulcritud y honradez que el pueblo espera. Pareciera que el infame destino de los veracruzanos es el de sufrir gobiernos mediocres y corruptos, sean estos del PRI, del PAN o de MORENA.

Lo más grave de todo para AMLO y la Cuarta Transformación es que con cada acción fallida, con cada despropósito, con cada irresponsabilidad o con cada pillería de esos malos colaboradores, el disgusto, el señalamiento y la acusación se van directamente en contra de Cuitláhuac García Jiménez, quien parece ser el pararrayos más alto del palacio de gobierno.  

Mucho se ha insistido en que después de catorce meses de aprendizaje costeado por la población, todos aquellos funcionarios que no funcionan, reiteradamente identificados por sus errores o carencias profesionales, deben ser despedidos de los cargos que les resultan grandes. 

Un ejemplo de lo malo y de la peor respuesta oficial, se dio el mismo fin de semana al mediodía, con el increíble robo de un millón de pesos en un banco de la Plaza Américas en Xalapa, atestada a esa hora del viernes. De inmediato los medios dieron la información de que la persona despojada de esos recursos dentro del mismo banco había solicitado el apoyo de la policía para trasladar el dinero a su destino en Emiliano Zapata. Pero allí mismo, dentro de las instalaciones, dos empistolados despojaron al ciudadano afectado. Así, sin más.

La respuesta del gobierno se dio con toda la tardanza posible, y consistió en hacer un escueto comunicado para negar la solicitud del ciudadano y el respaldo de seguridad pública. Nadie comentó nada sobre cómo afrontar el terrible problema de la inseguridad que se observa en Veracruz, lo que indica que Hugo Gutiérrez no lo puede evaluar, resolver ni disminuir.

Otro caso sorprendente del fin de semana en la capital es un curioso video donde aparece el minúsculo director del patrimonio del estado que de manera inmoral y con orgulloso grito y actuar de coyote, legitima con su torpe intervención el convenenciero fraccionamiento y comercialización de más de mil lotes en una colonia Del Moral en Xalapa. 

Cada ocasión en que estas cosas suceden, que se va evidenciando la corrupción y torpezas de los funcionarios cuitlahuistas, y toda vez que la gente no recuerda o no conoce los nombres de estos individuos que pretenden ser funcionarios, el encono y la animadversión se traslada no a ellos, sino al gobernador que les dio el nombramiento y que parece que disfruta su función en lo más alto del palacio: la de fungir como un simple pararrayos.

¿El poder ya envileció al gobernador o es que no hay nadie que apoye al ingeniero Cuitláhuac? Veremos, dijo el ciego.

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