Los acontecimientos del pasado mes de julio han servido para mostrar la realidad que vive Veracruz y para recordar a uno de los mejores compositores vernáculos de México. Las innumerables menciones de mujeres y traiciones que se observan en los medios de difusión y en la conversación pública, nos han traído a Martín Urieta y su famosa canción “Mujeres divinas”.

Pero estos conceptos -mujeres y traiciones- no son nuevos. Como la propia canción, se vienen repitiendo cada vez con mayor énfasis desde hace tiempo, prácticamente en los 17 años que lleva el tercer milenio.

Hoy le tocó el turno a Xóchitl Tress, quien no resistió más de tres tiros. Fue detenida el pasado lunes por la noche, y de manera exprés, como muchas cosas recientes en nuestro país, le fue dictada la reclusión preventiva por dos años. Ella es una mujer que ha vestido rumores y escándalos de traición. La acusan de enriquecimiento inexplicable por los pocos meses que estuvo en el gobierno duartista, atribuyéndole además otras inquietudes que no vienen al caso mencionar. Pero su asunto es menor, sólo un pececito perdido en el proceloso mar de la corrupción veracruzana.

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Xóchitl hizo recordar a otras chicas tentadas por la ambición o por los demonios de la política veracruzana en los tres últimos sexenios de gobierno. Como ella, entre la maledicencia y las pruebas en contra, estos años recuerdan a mujeres que destacaron en algún momento por el número de menciones negativas. Pero esa pequeña alondra sureña no debe hacernos olvidar a la presa mayor -que sigue libre- a la astuta y hambrienta pájara que voló a los cielos británicos.

Entre ese grupo de mujeres cuestionadas, se recuerdan los casos de Keyla Franco, aquella atractiva subsecretaria de medio ambiente con el gobernador Miguel Alemán, que fue inhabilitada por diez años debido a que perdió dineros públicos. Más tarde, en la época de Fidel Herrera, se habló mucho de algunas consentidas que hicieron carrera y fortuna. De los tiempos de Duarte, Gina Domínguez fue la primera que llegó a prisión. De esa gestión, se habla mucho y mal, de una larga lista de “reinis”, muñecas de porcelana y preferidas de la noche.

En la palestra política priista, dos creaciones desarrolladas durante el fidelismo y el duartismo, Elizabeth Morales y Anilú Íngram, ahora funcionarias federales, están llevando su lodo a los medios, en una pelea bizarra para llegar al senado.

Pero atendiendo la sentida súplica del compositor michoacano, no hablaremos más de lo mal que nos pagaron. Dejaremos de hablar de las damas, para centrarnos mejor en las traiciones, que ha habido muchas. Y también referiremos otras que se están cocinando en Veracruz en estos tiempos del cambio.

En el tema de las traiciones, tendremos que preguntarnos quién se lleva la mayor culpa. Si el gobierno federal encabezado por Peña Nieto, con todo su poder, que no hizo absolutamente nada para parar el robo de Javier Duarte, el traidor principal. O si fue la legislatura local, la que nunca hizo nada por parar el desbarajuste. Acaso, si fue la propia sociedad, la que se dejó subyugar por voceros, analistas y amanuenses que vendieron un discurso de normalidad y que ahora, que ya gastaron los salarios envenenados, se volvieron los peores críticos de esa camarilla.

O acaso los traidores mayores fueron los honrosísimos senadores y diputados federales, que comieron del banquete duartista y que ahora como patrioteros tropicales se desgarran vestiduras de honestidad trasnochada y convenenciera.

O fueron los colaboradores inmediatos, que después de participar del festín con Javier, traicionan y abominan a quien antes les ofreció de comer y ahora aplauden a rabiar al dueño del pandero, entregándole las claves y llaves para enjaular definitivamente “al gordo”, ofrendando de rodillas una porción de las sobras que robaron, para asegurar que no los devoren a ellos.

Bueno sería que esas traiciones al pueblo veracruzano hubiesen acabado el 30 de noviembre del año anterior. Pero no fue así. En pocos meses, el gobierno del cambio traicionó su discurso de campaña y ha ofendido y maltratado a muchos de los que lo impulsaron para alcanzar el triunfo electoral. La inseguridad se incrementó, el desorden se mantuvo y la opacidad administrativa continua, así como el endeudamiento público.

Y lo peor. Las traiciones y los oscuros negocios siguen floreciendo. Del canasto, el mago sacó los primeros conejos saltarines para ofrecerlos a sus invitados a la fiesta. Veracruz ahora oferta concesiones carreteras. A este paso, no tardan en hacer concesión de puentes como el de Álamo o El Prieto en Pueblo Viejo. O del proyecto carretero Córdoba-Xalapa. O habrán de desvelarnos algunos otros esquemas de negocios fast track para hipotecar el estado.

Observando el panorama, las menciones sobre mujeres resultan ser simples distractores al estilo vanidades o cosmopolitan. El tema central es el poder económico: el banquete de los dioses se sirve en bandejas de oro.

Porque el interés azul puede no ser sólo político. Para qué gobernar un estado quebrado, lleno de necesitados que no sabemos cómo van a votar.

Por lo pronto, hablando de mujeres y traiciones, iremos consumiendo… las horas.

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