Si a un habitante de cualquier rumbo del estado se le pregunta su opinión sobre los últimos gobernadores que ha tenido Veracruz, sin duda alguna va a responder exactamente como usted o como cualquiera contestaría. La expresión que suelte a botepronto el interrogado va a ser negativa y es probable que hasta de molestia. La percepción en que la sociedad local habrá de coincidir, es la de que durante esta década, el gobierno no ha realizado la tarea para la cual fue elegido.

Los hechos más recientes en torno a esta entidad federativa, especialmente el del trágico tema de las fosas de cadáveres, surgido de nueva cuenta durante la semana pasada, hacen ver que las cosas en Veracruz están más graves de lo que se podría pensar.

La certera columna de Salvador Camarena publicada el día de ayer en El Financierocuestiona con severidad lo que ocurre en esta entidad del golfo y de las bandas delincuenciales, poniendo en lo más alto de la irresponsabilidad, la ineficacia y el despropósito, al fiscal Jorge Winckler y a su jefe el gobernador.

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Pero a estos dos personajes de las redes sociales y la autocomplacencia, ya no se les puede exigir nada. Les quedan los meses que tienen para hacer la entrega documental que marca la ley, que desde luego contendrá magros resultados gubernamentales.

Y llegan los tiempos del partido Morena, del gobierno de la esperanza y del país en poder de un solo hombre: Andrés Manuel López Obrador. Y para el pueblo jarocho llegan también los tiempos de Cuitláhuac García Jiménez, el gobernador electo, quien el día de ayer completó las primeras cuatro designaciones de su gabinete, todas ellas debidamente informadas por todos los medios de comunicación.

Pero de vuelta a la realidad, lo que indican estas fosas (la del jueves pasado y las que se asegura que encontrarán en tiempos posteriores) es que Veracruz vive en el interregno, ese gran espacio temporal en que no existe autoridad. Yunes y sus antecesores inmediatos no la tuvieron, y falta que venga alguien con voluntad a tomar las bridas de ese potro indomable que parecen ser estas tierras agrestes, sufridas e incrédulas.

Si aquellos a los que Cuitláhuac ha nombrado en los cargos, están ya metiéndose en las entrañas de los sectores que encabezarán a partir de diciembre, está muy bien justificada esa designación previa, pero si, por el contrario, esos cuasi nombramientos sólo se adelantaron para continuar con las celebraciones, ningún caso tiene comentarlo.

Llama la atención que el tema más álgido y urgente de atender, que es el de la seguridad pública, ni siquiera se comente en lo relativo a los prospectos a comandar esa malograda secretaría. Sería conveniente que alguien del grupo morenista ya estuviera revisando problemáticas y analizando diagnósticos y estrategias. Llevamos diez o quince años, o más, con serio y funesto retraso en ese asunto.

Resultan buenos y motivantes los actos de agradecimiento y las reuniones con sectores y grupos de interés. Son convenientes las designaciones en las áreas de la gobernanza y la salud o en las de las empresas productivas y turísticas. Pero es impostergable hacer designaciones sobre la materia pendiente y atender los difíciles temas de la criminalidad, la inseguridad pública y el terror social.

Son tiempos para que alguien empiece a hacer la tarea.

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