En las viejas rancherías de principios del siglo XX en México, las carretas jaladas por equinos o bueyes eran el único medio para trasladar a personas, productos del campo y mercaderías. Quizá desde aquellos inequitativos tiempos de haciendas y caciques, proviene el popular adagio que señala que cuando una carreta hace mucho ruido es porque está vacía o lleva escaso peso.

Y ese dicho puede aplicarse a varios de los más populares hombres del poder en Veracruz, en todos los colores políticos, en todos los segmentos socioeconómicos y en todo tipo de cargo, incluido el de gobernador, senador, diputado o alcalde.

Hemos tenido en las últimas décadas exceso de estridencia, de palabrería, de jactancia, de vacuidad y mediocridad en la función pública y en el ejercicio de la política.

Anuncios

En el PRI, tenemos en Héctor Yunes Landa, a uno de estos prohombres de ficción ligera, obsesionado en obtener poder a costa de lo que sea, pero despreocupado en utilizar maneras de altura para conseguirlo. Y generalmente consigue boicotearse cuando el objetivo está en su mira.

El tipo mueve sus fichas -entre ellas, su propia hija que ambiciona sucederlo- para estar en todos lados, sea izquierda, centro o derecha. El problema que tiene, es que su edad biológica ya no le permite más, que hacer justamente lo que hace: ruido, en la cantidad que se requiera. Y tiene a toda una generación perdida por ayudarle.

Lo que pretende después de haber fracasado en la idea de la gubernatura y de haber ayudado a que también la perdiera su amigo Pepe, es colocar alfiles en los tres poderes y si se puede, en los gobiernos morenistas federal y estatales. Por ejemplo, se habla que hasta Américo recibe apoyo suyo para conseguir empleo judicial, o que desea crear su partido propio o apoderarse de la dirigencia del PRI.

Y tal vez esa febril insistencia provenga de su conocimiento de que un Fidel Herrera Beltrán que podría atravesársele, ya que no regresaría a la política por motivos de enfermedad.

Y como Pepe Yunes inició su errante camino por el desierto de la desesperanza y la amargura, el exsenador de Soledad de Doblado cree que puede constituirse en el tlatoani del Veracruz bananero y que nadie se interpondrá en ese propósito.

Pero el problema central es que, para lograrlo, se requiere otra cosita más que la despintada escalera que Héctor suele sacar de casa, cada vez que amanece con la idea de subir al cielo. Debe entender que el hecho de utilizar a La Bamba como oráculo, no le garantiza más que hacer un concurrido y alegre fandango.

Por lo que se le ha visto hasta ahora, pareciera que sufre bastante del síndrome de la carreta vacía.  Y entre más vacía, más ruido hace.

Publicidad