Lo ocurrido el día de ayer por la mañana en el Congreso del Estado de Veracruz, hizo recordar a los xalapeños dos célebres frases de la sabiduría popular. Los más ecuánimes habrían actualizado aquel proverbio ancestral que dice que “A fuerza de villano, hierro en mano”. Pero los maliciosos de la plaza deben haber pensado en aquella atroz sentencia de “Quien a hierro mata, a hierro muere”.

Sea cual fuere la expresión que el lector prefiera, el encadenamiento de puertas y la toma por unas horas del edifico del Congreso, que realizó un grupo de diputados del partido MORENA, evocó aquella toma del Palacio de Gobierno, que llevaron a cabo Miguel Ángel Yunes Márquez y otros alcaldes que en ese tiempo reclamaban pagos al gobierno veracruzano, que por 49 días encabezó Flavino Ríos Alvarado a finales de 2016, después de que Javier Duarte solicitó licencia al cargo.

Como coincidencia, ambas manifestaciones de músculo político, sucedieron después de las campañas a la gubernatura y ya con un mandatario electo. Yunes Márquez lo hizo cuando su padre Miguel Ángel Yunes Linares ya era gobernador electo. Esta vez, los diputados morenistas lo llevaron a cabo después del apabullante triunfo del candidato de su partido, el ingeniero Cuitláhuac García Jiménez, quien por ahora se dedica a integrar su gabinete.

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La diferencia principal fue que los azules y amarillos estuvieron en Palacio por varios días, e incluso, llegaron a dormir en los pasillos. La toma de ayer fue un escarceo que duró dos o tres horas cuando mucho. Pero debe reconocerse que ambos casos sirvieron para que los que ocupaban (en el caso de Flavino y los priistas de la época) u ocupan el palacio de gobierno, entiendan que habiendo gobernador electo cambian las circunstancias, y también, que el sucesor lleva mano y puede imponer muchas cosas desde los meses previos.

El antecedente que había hasta la mañana de ayer, era que el gobernador Yunes iba a “dar un albazo”, designando de manera impolítica y en un exceso de autoritarismo, a 12 magistrados del Poder Judicial. Semanas antes había impuesto a un Fiscal Anticorrupción a su conveniencia, desoyendo el clamor social y político que le recomendaba dejar esos últimos nombramientos al próximo gobierno, dado que el suyo está en su última etapa.

Pero el gobernador Yunes Linares se manifestaba reacio a entender las señales. Entonces, el gobierno entrante tuvo que tomar la plaza para poner orden. Y debió darse este penoso incidente, para que finalmente a temprana hora, el gobernante en funciones aclarara en conferencia de prensa, que estaba dispuesto a que fuera el gobierno entrante el que resolviera las designaciones pendientes.

Lo que el mandatario actual tendría que hacer, es disponerse a organizar la entrega de documentos de su gestión, porque si se habla de resultados, estos han sido mínimos y opacados por el aumento de la delincuencia y de los interminables ataques a la población trabajadora que las fuerzas de seguridad no pudieron contrarrestar.

Los hechos del Congreso fueron como lo que cuenta aquella graciosa anécdota del curandero de la tribu que enfermó gravemente y tuvo que tragar una cucharada de su propia medicina.

O será acaso más circo en la plaza porque el verdadero problema está en que las cuentas no cuadran.

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